Mal osa un ionero
Su muerte me pilla a contrapié, era muy fuerte. Inició el concepto trabajo específico
El FC Barcelona informó ayer de la muerte de Joan Malgosa yla noticia me pilló completamente a contrapié. Sinceramente, no me lo esperaba. No hace mucho coincidí con él y, tras los saludos, me dijo “estic collonut!” (para traducirlo algo más formalmente, “¡estoy muy bien!!”). Más allá de sus palabras, un simple vistazo me confirmó que su comentario no era una frase hecha y ya está. Le vi como siempre, fuerte, atlético, uno de esos ‘tíos’ que dan siempre la imagen de estar preparados para un esfuerzo físico de alta intensidad, tengan la edad que tengan. Sabía que hace un tiempo había tenido algún problema de salud pero, viéndole, di por hecho que estaba “como siempre”.
Los que le conocimos, sabemos que decir “como siempre” al hablar de Malgosa era lo mismo que decir que estaba como un roble. Tras entrar en el club a finales de los años 70, con Malgosa trabajamos en el primer equipo en la época del ‘Dream Team’, incluso antes. Para los lectores más jóvenes, les diré que estamos hablando de un pionero en el papel del preparador físico, concretamente en eso que se llama desde hace ya algunos años “el recuperador”. Hoy que estamos ya muy acostumbrados a escuchar esa expresión “trabajo específico” para describir la atención personalizada y exclusiva hacia los futbolistas lesionados fue toda una novedad en su momento. Anteriormente, cuando un jugador se lesionaba, todo caía sobre los hombros del “masajista”. Nosotros tuvimos dos fabulosos, Ángel Mur padre y después Ángel Mur hijo, con quien antes llegué a jugar en el Condal, donde actuaba de lateral izquierdo. Como masajistas se encargaban de todo el equipo, sacando tiempo extra si un jugador necesitaba atención concreta. Tenían 25 jugadores en sus manos.
Como todo en el fútbol, las tareas se especializaron y Malgosa representó para el Barça un papel nuevo: quedarse con el lesionado, cuidarlo, encargarse de adaptar el trabajo físico a la recuperación de su dolencia concreta. Si fuera necesario, horas y horas de cada día.
Con Johan teníamos un sistema muy claro cuando un futbolista se lesionaba. Automáticamente, pasaba por el médico, que le aplicaba el tratamiento que considerara adecuado. Luego, se pasaba al trabajo de recuperación personalizado, que era cosa de Malgosa. Él daba el OK a su integración al trabajo colectivo cuando lo veía listo. Por último, era el preparador físico de la plantilla, Ángel Vilda, quien durante los entrenamientos de grupo ya daba el último visto bueno para la reaparición del jugador.
Malgosa era un profesional metódico, pero también un profesional apasionado. Fuerte como un toro, era lo que se dice un hombre de gimnasio. Con él, el jugador se sentía en la obligación casi moral de estar a su altura en el esfuerzo. Y eso que a la mayoría de futbolistas, locos por ir tras un balón, nunca nos han gustado mucho las pesas ni los gimnasios. Con Malgosa sabían que no se podían ‘escapar’: si tocaba hacer un ejercicio 20 veces, pues 20 veces lo hacían.
Lo suyo era la puesta a punto del atleta. De fútbol no quería ni entender. Por eso y por su discreción los jugadores le tenían confianza y, a veces, ellos mismos le consultaban por este ejercicio o por este otro si notaban cualquier molestia.
A todos aquellos que tuvimos la suerte de conocerle, su muerte nos deja un gran vacío. Se marcha una buena persona. Fins sempre, Joan