Ana sigue soñando con su mejor versión
Ana Peleteiro (Ribeiro, A Coruña, 1995) está disfrutando de unos días de vacaciones en Lisboa con su novio. Antes de volver a Guadalajara, donde vive y se entrena con el grupo de Iván Pedroso, tiene pensado pasarse por Galicia para ver a su familia y también para hacer el saque de honor en un partido del Celta, su equipo. Está feliz, aliviada. Hace justo una semana se convirtió en la medallista más joven de la historia de España tras lograr el bronce con un salto de 14,40 en la pista cubierta de Birmingham, la mejor marca de su vida, 17 centímetros más que nunca.
“Me siento sobre todo orgullosa por todo lo que había trabajado. Me he quitado un peso de encima porque durante años no me han salido las cosas y no quería decepcionar a mi familia ni a Iván”, reconoce. Y también que está deseando volver al tajo: “Ese ha sido precisamente el gran cambio que he dado, el clic mental que me ha hecho evolucionar. Ahora quiero más, siempre más, quiero llegar a ser la mejor versión de mí misma”.
El sábado pasado en Birmingham se emocionaba cuando les explicaba a los periodistas: “Si pudiera volver atrás le diría a mi yo de hace seis años: no hagas ese salto”. Se refería al que la convirtió en Barcelona en campeona Mundial junior con solo 16 años. Fue tal el boom, la explosión, las expectativas que se crearon en torno a ella, el interés que despertó en los medios de comunicación, que se perdió: “Ojalá tuviera una varita mágica para retroceder en el tempo y esperar para saltar 14 metros un poco más, cuando hubiera sido más mayor y madura. De todo se aprende, claro, pero lo he pasado mal”.
Antes de cumplir los 18 dejó Galicia para irse a vivir a Madrid, después Lisboa, más tarde re- gresó de nuevo a Madrid. Lesiones, malas marcas, tres entrenadores y el techo de los 14,17 con el que ganó el Mundial y que no volvió a conseguir: “No estaba preparada para todo lo que me sucedió. Llegué a Madrid y empecé a descuidar la alimentación, cometí equivocaciones también como tener vida social, salir… No me arrepiento porque tenía que vivirlo, quería disfrutar y salir de fiesta, pero es que ahora esa vida ya no tiene ninguna gracia para mí. Ser una atleta de élite significa excluirte en cierto modo de la sociedad y llevar unos hábitos muy determinados, pero eso es lo que quiero hacer. Esa soy yo ahora”.
La “loquita” de Iván Pedroso
“Los cambios no son malos si te ayudan a aprender y yo he aprendido mucho”, cuenta la triplista. El principal, el fundamental, ha sido Iván Pedroso, toda una institución en el mundo del deporte y que entrena ahora en Guadalajara a un grupo de atletas entre los que está la campeona del mundo Yulimar Rojas. “Cuando hablé con él en octubre de 2016 y le pedí que me entrenara estaba desesperada. Era la última bala que me quedaba, estaba a punto de rendirme, no iba a aguantar mucho más. Iván aceptó, pero me dio un ultimátum y me dijo que si en marzo no estaba a punto, si no me lo tomaba en serio, lo dejábamos. ¡Y vamos que si me puse las pilas!”, explica. Ese mes de marzo, en el Europeo de Belgrado, consiguió, por fin, superar la maldita barrera y saltó 14,20.
Ana Peleteiro tiene claro que sin Iván Pedroso no habría podido lograr la medalla de bronce. Y que sin él no estaría en esa vía de buscar la mejor versión de sí misma que espera que culmine a medio plazo en el Europeo de este verano al aire libre y a largo en los Juegos de Tokio: “Me corrige, me entiende perfectamente, tiene una especie de luz, me maneja como si fuera un coche teledirigido. Me llama “loquita” y me hace reír. No sólo ha cambiado mi técnica y la manera en la que corro y salto, sino que psicológicamente sabe cómo llegar hasta mí, hablamos mucho. Luego, claro, estar entrenándome con la mejor del mundo que es Yulimar, una atleta y una compañera maravillosa, hace que quiera superarme cada día para no quedar en ridículo”.
La mirada de sus padres
Ana Peleteiro tenía un presentimiento antes de viajar a Birmingham y se lo dijo a Pedroso: “Durante las últimas dos semanas había soñado, literalmente. Tuve cinco sueños en los que me veía a mí misma saltando fácil, flotando casi y cayendo perfecta. Se lo conté a Iván y me dijo que era una señal. Que soñara a lo grande porque se iba a hacer realidad”. Y así fue, pero si hay algo que jamás se le olvidará será la mirada de sus padres. Lo cuenta y suspira, se le rompe la voz: “Estaban allí y cuando nos encontramos fue… fue muy bonito. No me dijeron nada, no hizo falta. Vi cómo se sentían por la manera en que me miraron. Estaban orgullosos de mí y ese fue el mejor premio porque sé que se lo he hecho pasar mal, que estaban tristes porque en los últimos años no me estaba saliendo como yo y ellos querían. Se lo debía”.
Ana Peleteiro piensa seguir entrenándose con plena dedicación para lograr ser esa atleta, esa triplista que aspira y sueña con la perfección: “¿Que hasta dónde puedo llegar? Eso se queda entre Iván y yo. Voy a seguir intentándolo, erre que erre, eso te lo aseguro”
Peleteiro se convirtió en la medallista más joven de la historia del atletismo español
Hizo bronce en el triple salto con 14,40 en el indoor de Birmingham, mejor marca de su vida