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Era una mala semana para Bartomeu y Colau. A uno se le notaba en la cara la eliminación precipitada de la Champions. La alcaldesa disimulaba mejor el revolcón del lunes, cuando la oposición le tumbó la multiconsulta y su proyecto estrella del tranvía. Ayer, sin embargo, se unieron en los salones nobles del Ayuntamiento para presentar un acuerdo histórico para el Barça y el Barcelona. Justo cuatro años después del referéndum, por fin ha llegado el acuerdo que permitirá que el Espai Barça sea una realidad. El pacto final para la modificación y reurbanización de la zona, además de ser un éxito que se ha trabajado con discreción y paciencia, ha logrado dos cosas que parecían imposibles. Una, que Ada Colau aprobase un importante proyecto de ciudad con el voto a favor de todos los concejales de todos los partidos (a excepción de la CUP). Lo transversal del acuerdo dice mucho de lo impecable del proyecto que ha presentado el Barça. A pesar de las reyertas municipales entre partidos, todos han sabido ver que esta inversión de 639 millones, no le costará ni un euro a las arcas públicas y dará muchos beneficios a la ciudad. Pero el segundo gran éxito del Barça es que, tal y como andan las relaciones Catalunya-Espanya y las tensiones polarizadas entre partidos independentistas y constitucionalistas, que el Espai Barça consiga una foto conjunta, con el voto a favor de C’s, PP, PSOE, ERC, PdCAT y los comunes de Colau, es casi un fenómeno insólito. Mañana ya seguirán, cada uno, con los dimes y diretes y los dardos envenenados. Ayer, gracias al Barça, todos supieron estar a la altura de lo que significa esta gran obra para la ciudad. Era la foto imposible y hoy está en las portadas.
Janet Sanz, teniente de alcalde, hablaba ayer de miles de horas de diálogo entre Barça-Ayuntamiento y vecinos. Mucha gente ha trabajado a destajo para esta aprobación que significa, ahora ya sí, el definitivo pistoletazo de salida a las obras del nuevo
Camp Nou que terminarán en agosto de 2022. De entre todas, ayer en la sala había dos personas íntimamente satisfechas. Jordi Moix y Albert Blanch. El directivo ha puesto la diplomacia y la mano izquierda para convencer a todas las fuerzas políticas y a los vecinos de las bondades de la mastodóntica obra. El arquitecto ha puesto el lápiz para dibujar, imaginar y corregir el proyecto hasta la aprobación con el beneplácito de todos. Los dos han puesto tanto trabajo y tanta pasión que, sin ellos, y la obstinación de Bartomeu, el Espai Barça hubiera quedado en una maqueta, como la de Foster de 2007, y poco más. Precisamente, Jaume Collboni del PSC y Alberto Férnandez del PP, en sendas intervenciones, tuvieron un velado recuerdo para Joan Laporta. Sin nombrarlo, el socialista destacó la humildad y la generosidad de Bartomeu a la hora de tratar con el Ayuntamiento, a diferencia -dijo- de lo que pasó con el proyecto anterior. Fernández Díaz, que remarcó su declarado españolismo (del RCD Espanyol), también agradeció el talante de la directiva actual, abierto y dialogante con políticos y vecinos. También él lo contrapuso al proyecto Foster, al que el PP votó en contra, porqué le pareció un reclamo electoral, hecho deprisa y corriendo, de un candidato que buscaba la reelección.
Ya en el turno de preguntas, casi en la hora de la siesta, Bartomeu y Colau aguantaron con sonrisa compasiva las tres de siempre que, lejos de detectar la trascendencia del acuerdo y lo que significará para el Barça y Barcelona durante 70 años, se dedicaron a preguntar si habían visto penalti a Lucas Vázquez ,si Valverde sería entrenador del Barça en 2019 o qué les parecía que el Barça hubiese ganado una Champions en 7 años cuando el Madrid podría tener 4. No son meadas fuera de tiesto. Son puro merengue-centrismo