Mundo Deportivo (At. Madrid)

MESSI NO TIENE PIEDAD

Destrozó al Espanyol con dos golazos de falta, una genial asistencia a Dembélé y siendo el origen del tanto de Luis Suárez Un Barça autoritari­o arrolló desde el inicio a un triste e irreconoci­ble rival, que renunció a su apuesta ofensiva

- Gabriel Sans Cornellà Dembélé dejó su huella en el derbi

Leo Messi, el mejor del mundo, el quinto este año para según qué ‘entendidos’, dictó la sentencia del derbi con la misma rapidez que ejecuta sus goles. Anotó dos faltas con mayúsculas, dio la asistencia de otro y fue el instigador del cuarto. Eso sin contar un remate al palo que a muchos les bastaría para presumir. El ‘10’ del Barça no sólo destrozó al Espanyol en Cornellà (0-4) sino que vació sus gradas cuando aún faltaba media hora. Su implacable ley se impuso a un equipo blanquiazu­l pírrico, triste y torpón, que traicionó su estilo sumando su cuarta derrota seguida.

Valverde no refrescó el once pero quiso ser justo con Dembélé, al que puso por delante de Coutinho. La apuesta le dio resultado. En el Espanyol, Rubi se privó de Granero para dar poder a los extremos. Y el choque de sistemas se inclinó muy pronto del lado azulgrana, imponente en la presi ón, en el dominio y en el control del balón. El equipo blanquiazu­l, en cambio, se descolocó pronto y la disfunción propició muchos errores en la media. No fue el Espanyol de antes de la crisis. Ni por asomo, aquel constructo­r y aguerrido. Vivió entregado a la genialidad de un crack inigualabl­e.

Con Messi en el campo, el fútbol puede adquirir una dimensión descomunal en un instante. De nada sirven los dibujos tácticos. El balón le busca y su improvisac­ión se transforma en arte. Pasó en el primer gol, cuando en una pérdida espanyolis­ta empezó a esprintar hasta que tres rivales se interpusie­ron a la brava provocando una desesperad­a falta en la frontal. A una veintena de metros, Leo no falló el 0-1. No suele hacerlo. Su lanzamient­o fue estéticame­nte precioso. Más preciso que potente. Le bastaron 17’ para convertirs­e en el mayor verdugo de la historia del Espanyol en Liga.

Con una autosufici­encia mayúscula, reconforta­do con una de las primeras partes de la temporada, Leo se sintió cómodo y eso puede ser terrible. Su asistencia en el segundo también fue un prodigio. Nueve minutos después, secundado por su escudero de guardia, Arturo Vidal, trató de atravesar el muro perico. No pudo, pero se levantó de los escombros y filtró una asistencia desde el suelo para que Dembélé anotara el 0-2.

En Liga, el Barça amplió su dominio ante el Espanyol. Son además seis victorias y cuatro empates allí.

Pese a los dos mazazos que le dejaron aturdido, el Espanyol no dejó de mirar a Ter Stegen. Lo hizo en un par de ocasiones con dos testarazos de Duarte y de Hernán Pérez que no entraron por la buena colocación del alemán y también por su buena suerte. El Barça sufría algo en los córners y en los balones por alto, pero nada más. Una vez se apoderaba del esférico, supo carburar a tope. Dos balones al palo (Leo y Suárez) dejaron claro que el partido era un monólogo. Avisos de lo que vendría después.

El origen volvió a ser Messi. ¿Quién si no ? En una recuperaci­ón en la media, el argentino cargó el balón a la derecha, Dembélé dio un pase avanzado a Suárez, que con suavidad y casi sin ángulo superó en el 44’ a un desconcert­ado Diego López. El 0-3 podría ser el resultado final de cualquier otro partido pero para el Barça fue solo la primera parte.

En la segunda, ya sin nada que perder, el Espanyol tiró de orgullo más que de manual, con un barniz más peligroso que eficaz. El VAR le anuló un gol ilegal. Ya oteando la orilla, el Barça se fiaba de las diagonales de Messi y de su juego. Cada vez que cogía el balón, la intensidad de la grada bajaba en revolucion­es. Como en aquella jugada, con una pared con Dembéle al contragolp­e que el ‘10’ remató al cuerpo del portero. La obligada valentía perica propiciaba el vendaval culé.

El Espanyol volvió a cometer el error de parar al Barça al borde de la frontal. Lo hizo primero con Luis Suárez pero, de nuevo, Leo volvió a taladrar la portería perica en el 0-4. En otra magistral ejecución de falta. Perfecta, bordada, espectacul­ar. La pesadilla de Diego López, de aquel que fue el primero que le paró un penalti. No fue la rendición final. El Espanyol se había rendido en la primera parte

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FOTO: PEP MORATA El francés brilló más que Borja Iglesias

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