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l mundo del fútbol, y del deporte en general, ha entrado de pleno en la dimensión desconocida de la que hablamos hace siete días. Hasta tal punto llega la zozobra que incluso el presidente de la UEFA, Alexander Ceferin, habla de tres planes, sin desvelarlos, para salvar la temporada. Porque en lo que el mundo del fútbol está de acuerdo (por el montón de dinero que está en juego) es que se han de terminar las competiciones. Y como sea.
Lo malo es que todas las soluciones dependen de qué día decidirá largarse el bicho (o lo que sea). Dicen que la cosa va para largo y que cuando un país parezca en condiciones de reanudar su actividad deportiva, con espectadores en los estadios, otros aún no lo estarán. No valen, pues, pues, las perspectivas a corto plazo.
No sé dónde leí (creo que en ‘L’Equipe’) que la solución que ahora parece más lógica consiste en acabar todas las competiciones (Liga, Copa, Champions, Europa League y Eurocopa) entre agosto y diciembre, para luego, encajar la temporada siguiente dentro de un año natural. O sea, que la actual 2019/20 dure 18 meses para que, pasado el verano (cuando se dice que las altas temperaturas rematarán al invasor) acabar todo con tranquilidad, sin precipitaciones, sin riesgos.
Responsables y expertos en el invento tendrán que devanarse los sesos para encajar todo lo que supone, desde contratos de jugadores a balances societarios de 18 meses. Luego, y como herencia del Covid-19, acostumbrarnos a las temporadas de fútbol en un año natural, en el que entre otras novedades el campeón de invierno lo sería de verano. Divertido, ¿eh? Maldito virus
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