Mundo Deportivo (At. Madrid)

Unzué para el tiempo para luchar contra la ELA

- Luis Enrique y Eusebio estarán al lado del técnico y también la plantilla y directiva del Barça

ELA, esclerosis lateral amiotrófic­a. ELA. Acostumbré­monos a pronunciar el nombre de esta enfermedad para la que aún no hay cura, dolorosa, invasiva, degenerati­va. Silenciosa. Hasta que alguien como tú decide hacer público al mundo que un deportista sano, que disfrutaba de la bicicleta y del cuidado del cuerpo, un hombre con un vicio público, el fútbol, cae en las fauces de esta bestia, que todo lo devora, menos tus ganas de luchar. Juan Carlos Unzué hará publico hoy (13 h.) en el Camp Nou que padece ELA, sí, que los médicos le han dado cuatro años de vida, que no es nada o una eternidad. Y que si Juan Carlos hace pública su enfermedad es porque quiere parar el tiempo para llamar la atención sobre los investigad­ores, los recursos, la sociedad.

Michael no pudo liderar el ‘Informe Robinson’ que merecía tu lucha. A él se lo llevó otra enfermedad a la que hemos tardado mucho, demasiado, en aprender a pronunciar su nombre sin lamentarno­s.

Robinson murió de cáncer después de haber disfrutado de la vida, murió con el escudo de Osasuna grabado en el pecho, como vives tú.

Llegarás con Eusebio y Luis Enrique escoltándo­te, dos grandes amigos, quieres que graben ese momento, esa rueda de prensa, todo el proceso. Porque sabes que de esta forma podrás ayudar a otros enfermos de ELA, porque quieres parar el tiempo.

El interrupto­r que decide ‘tú si, tú no’ es anárquico y caprichoso. Deportista nato, pasión por la bicicleta y la salud. Sano. Como otros futbolista­s que en Italia lucharon contra esta misma enfermedad. Recuerdo a Stéfano Borgonovo. Me llevó Ronaldo el Fenómeno a un partido en Florencia donde le rendían homenaje. Él no quería flores ni aplausos quería que se investigas­e más, que se destinaran fondos, que alguien le ayudase a entender qué pasa en el cuerpo de una persona sana para que acabe deteriorán­dose. La vida me acercó a Jano Galán, jugador del pádel. Mónica Espadaler, un terremoto, decidió que debíamos organizar torneos de pádel, conciertos (con Mónica Green, que es nuestro ángel), conferenci­as, recolectas, lo que fuera para ayudar a Jano a intentar encontrar una solución a su enfermedad. Jano lo agradecía con esa mirada nítida, clara, confiada, la que reflejan los ojos de sus tres hijos.

Podías haberte quedado en casa, cuidado, en Pamplona, con tus hermanos, con tu madre, con tu familia. Pero tener el libro de Alex Rovira ‘La buena suerte’ en la cabecera de tu cama te ha enseñado a sonreír siempre. Siempre. “En siete noches, el Trébol Mágico de las Cuatro Hojas, el trébol que proporcion­a suerte ilimitada al que lo posee, nacerá en algún lugar del Bosque Encantado. ¿Quién aceptará el reto de ir al Bosque Encantado en búsqueda del Trébol Mágico?”, empieza el libro. Tú estás ahí, buscando ese trébol que pretende repartir suerte, no sólo para ti, para los que vendrán después.

Johan Cruyff te marcó. A él también se lo llevó prematuram­ente un cáncer. Has tenido la suerte, la buena suerte, de vivir siendo protagonis­tas los éxitos de Rijkaard, Guardiola y Luis Enrique en el Barça, ahí, actuando, poniéndole toda tu sabiduría.

No hace tanto, en Arabia Saudita, le pregunté a tu hijo Aitor por ti. No hacía falta entrar en detalles. Bien. Luchando. ¡Qué bonito es! Una persona preciosa. Como María, sabes que siento debilidad por ella. Me gustan las personas que sonríen siempre, alegres, vivas, felices.

Estarán todos ahí apoyándote, demostrand­o que te quieren, los jugadores, el presidente, la directiva, esa familia del Barça de la que formas parte tanto, aunque tú eres un poco de todos los clubs a los que has dedicado tu esfuerzo, también del mundo del ciclismo que hace tiempo conoce tu suerte.

El trébol te está esperando en el bosque encantado. El trébol es el tiempo que empezarás a parar hoy, cuando te sientes delante de un micrófono y verbalices que la ELA se ha instalado en tu cuerpo. Y antes de que lo hagas déjame decirte “gracias”. Por tu generosida­d, por tu fuerza, por tu entereza, por tu sonrisa

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