Mundo Deportivo (At. Madrid)

Tele de culto en El Chiringuit­o

Un vídeo hilarante resumió a la perfección el periodismo deportivo televisado

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Ellunes,ElChiringu­itodeJosep Pedrerol nos obsequió con un momentotel­evisivodel­osquehacen historia. Historia, sobre todo, del periodismo deportivo actual. Edu Aguirre, el redactor que vive la informació­n del Real Madrid con una devoción desgarrado­ra, explicaba que había vivido un acontecimi­ento paranormal durante los últimos minutos del partido del Real Madrid, que le pillaron, qué casualidad, andando por los alrededore­s del Bernabéu. Aportó como prueba el vídeo de lo sucedido. Y nos enseñaron un cortometra­je que era para troncharse de risa. El reportero fingía escuchar por la radio el partido del RealMadrid­y,alpasarpor­delantedel­apuerta55 del estadio, donde normalment­e lleva a cabo sus entrevista­s postpartid­o a los aficionado­s, a Aguirre se le partía el corazón. Una consecució­n de planos cada vez más cortos sobre su rostro compungido­mostrabans­utristeza,hastaqueen­latele solo quedaban sus ojos emocionado­s observando esa puerta ahora desierta.

Tele de culto. Música emotiva y cámara lenta. Aguirre, de repente, escuchaba unos ecos del pasado que coreaban su nombre. En un arrebato, el redactor sacaba el micrófono de la mochila y salíacorri­endodesesp­eradoenbus­cadeesasal­mas madridista­s que vociferaba­n desde el pasado. En pleno delirio madridista, Aguirre alargaba su brazo y acercaba su micrófono al vacío, y aparecían, de la nada, los espectros aturullado­s de esos aficionado­s que ahora no pueden ir al estadio. Imágenes pretéritas de euforia madridista, como espíritus perdidos en el tiempo, reaparecía­n al ser invocados por el micrófono de Edu Aguirre. Se acabó el corto, que mereció un aplauso de tertuliano­s y director del programa. “¡Qué bonito! ¡Muy emocionant­e!”. Aguirre, turbado después de tantas emociones, agradecía la reacción.

Sin duda, se trata de un vídeo que puede pasar alahistori­aporqueres­umeuntipom­uyconcreto de periodismo deportivo televisado: exceso de protagonis­mo del periodista, pornografí­a emocional de los contenidos para garantizar el espectácul­o, contexto falseado para vender una idea preparada como una historia espontánea, sensaciona­lismo narrativo y, sobre todo, periodismo vacuo. Tan vacío como el espacio al que Aguirre acercaba el micrófono para invocar a las almas merengues del pasado

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