El camino y el atajo
Una de las primeras cosas que dijo Setién al llegar al Barcelona fue ratificar la promesa de jugar bien. Aproximarse a la excelencia que exige el club por el camino del buen fútbol. El mismo técnico, para ilustrar su filosofía, detalló que muchas veces en su carrera ha terminado cabreado un partido que su equipo acabó ganando. Y es que, efectivamente, desde esa filosofía, el resultado no lo es todo. Mandan las sensaciones.
Tenemos un buen ejemplo de esto en el arranque de la Liga exprés. El Atlético, con diferencia, es el equipo que más se parece a vivo retrato enmarcado en el paisaje de la normalidad. Con el lastre que representa pasar tres meses sin jugar, la gente del Cholo, y el propio Simeone, han sido fieles a al espíritu de ese equipo. Empezó sexto y ya está tercero con diferencia notable sobre el cuarto.
El Atlético ha sumado 10 de 12 puntos, jugando tres partidos fuera y uno en casa. Es decir, los mismos puntos que el Barcelona, ganando los dos que disputó como local, goleando al Mallorca en Palma el día del regreso y empatando a cero en Sevilla. Exacto, 10 de 12 y sin encajar un solo gol. Dato casi milagroso pero también evidencia irrefutable.
Aún así, la percepción que dejan ambos equipos es muy diferente. El Atlético está cerca de lo que suele ser desde hace años, y está mejor que antes de la pandemia. En cambio, el Barcelona no se parece ni a lo que era ni, lo que es peor, a lo que Setién querría que fuese.Lo esencial, lo prometido, era jugar bien y la verdad es que el equipo está prendido con alfileres. Como lo estaba con Valverde.
Eso no quita que, efectivamente, esté en condiciones de revalidar el título pero, si lo alcanza por donde va, será por el atajo de los resultados más que por el camino del fútbol. Y está claro, también, que a estar alturas y en estas circunstancias, la inmensa mayoría del barcelonismo, o del madridismo, se conforma con ganar. Sea como sea, incluso jugando mal.
Setién llegó al Barcelona porque era un entrenador distinto que apostaba de modo fundamentalista por una idea identificada con el estilo innegociable del Barcelona. Hoy, casi seis meses después, con tres de parón, su equipo es rutinariamente vulgar. En vez de apostar desde el primer día por lo jóvenes, serán las circunstancias quien le obligue a potenciar a chavales como Ansu Fati y Riqui Puig a quienes, efectivamente, les faltan muchas cosas, entre ellas la experiencia, pero que cuando salen a jugar aportan más que los que tienen el culo pelado en la élite.
Innegable, por otra parte, que la plantilla es corta, que tiene lesionado a De Jong y sancionado a Busquets, pero lo que hay a disposición da para jugar mucho mejor y evitar que los partidos se conviertan en una ruleta rusa.
Quique, de aquí al final, tiene la oportunidad de acabar con sus ideas y con las botas puestas por más que le presione el marcador. Y por más que deba exigir a los futbolistas mayor nivel de personalidad. Por momentos, parece que el equipo delegara en Messi toda la responsabilidad. En la construcción y en la definición, de manera que éxito del marcador sólo depende de la inspiración de Leo. Si alguien se arruga o se dispersa, como se arrugan o se dispersan, hay que tomar decisiones. Y desde luego si hay que cambiar a uno o a otro, se le cambia. Los entrenadores, especialmente los del Barça, no vienen aquí para hacer amigos futbolistas sino equipos campeones. Para dejar huella
Desviándose de su hoja de ruta, jugar bien al fútbol, Quique Setién se mantiene en la lucha por el título desde la simplificación del marcador. Antes de llegar aquí, lo más importante no era ganar sino cómo ganar
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