Que hablen en el campo
El Espanyol-Real Madrid acabó con una celebración exageradamente exultante de los jugadores blancos que llamó la atención por la exigua victoria. No ha sido propio en la historia del club merengue destapar la euforia y menos a falta de disputarse seis jornadas. Solo fue un síntoma, es cierto, que algunos no pasaron por alto, un detalle revelador de que hay prisas por ganar esta Liga que Zidane anunció como prioridad a su llegada en abril de 2019. En el Barça la forma de actuar es tirarse los trastos por la cabeza. Una pena. Vivir en constante estado de erupción. La tensión de algunos pesos pesados con los técnicos no se disimuló en Vigo ni en el entrenamiento del domingo, pero las fuertes discrepancias no tienen por qué acabar mal. De eso a la ruptura, hay un buen trecho. Se ha deslizado que los reproches en voz alta acabaron en una especie de inteligente conjura. Quique Setién no escapó de su responsabilidad, pero dijo algo muy importante: “Todos tenemos que ceder una parte de nosotros mismos, incluidos los futbolistas, por el bien del equipo”. El técnico alargó la mano pero no cedió en la idea de sacrificar ciertas cosas personales por el bien del equipo. Coinciden en que ganar al Atlético del estupendo nuevo Llorente es innegociable.
EL CONTEXTO DEL DECISIVO DUELO ANTE el Atlético no es el mejor, pero a veces de los fuertes enfrentamientos se sale reforzado. Basta remitirse al lío de Anoeta entre Messi y Luis Enrique que acabó en el Triplete. Eran más jóvenes, otra época, claro. El equipo debe conservar las buenas sensaciones de la primera parte de Sevilla y Vigo. Solo ellos saben por qué con el 1-2 en Balaídos no fueron a buscar el 1-3 y jugaron a la ruleta rusa anclados atrás. Setién debe esperar un partido muy físico y áspero, como todos los Barça-Atleti, que se fraguará en el centro del campo, de ahí que sea segura la reaparición de Busquets junto a Rakitic y Vidal para frenar las transiciones rojiblancas. Un partido para que Griezmann vuele por fin tras dos suplencias. El día se cerró con la compra de Pjanic y la venta de un malhumorado Arthur, que proporcionará 50 kilos a la tesorería
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