Tom Brady, el omnipotente
Su dirección en el campo, la pizarra y los despachos, llave del éxito de Tampa
Su herencia es demencial. Diez Super Bowls: llega a la final casi la mitad de las temporadas que lleva como profesional (21). Diez Super Bowls: si fuera una franquicia sólo le superaría el que fue su equipo durante 20 años, New England Patriots, que acumula 11. Siete anillos: un tercio de las campañas que disputa las termina como campeón. Siete anillos: tiene más él que ninguna otra organización; los Pats y Pittsburgh Steelers, los líderes, tienen seis. Siete anillos: uno más que Michael Jordan, dos más que Kobe Bryant, tres más que LeBron James. Y MVPs para regalar, y récords de todos los colores, y una longevidad que es una anomalía en sí misma porque con 43 años permanece como la referencia en un deporte muy violento que se cobra peajes espeluznantes.
Sin embargo, y cuando pensábamos que lo habíamos visto todo de Tom Brady, este año ha edificado su obra cumbre porque ha sido él quien ha tomado las decisiones clave que han desembocado en el segundo anillo de la historia de los
Tampa Bay Buccaneers.
Cuando decidió dejar New England porque no le ofrecía un equipo con garantías, muchos pensaron que estaba dando un salto al vacío. Pero Tom no da puntada sin hilo, es reflexivo y conoce el negocio como nadie. Decidió marcharse a Tampa, que sí ponía talento a su disposición tanto en defensa como en ataque, con un contrato de 50 millones de dólares por dos temporadas –que serán algunos más porque incluyó incentivos por éxitos– y, sobre todo, con la promesa de que se tendría muy en cuenta su opinión a la hora de decidir la confección y rumbo del equipo.
La franquicia, que llevaba 13 años sin entrar en el playoff, se puso en sus manos porque confiaba en su criterio pero también porque no tenía nada que perder y hacía una apuesta a la desesperada y a muy corto plazo con un quarterback que, por edad, es prácticamente una reliquia.
General manager
Los Bucs le dieron el visto bueno cuando decidió rescatar de su retiro dorado al tight end Rob Gronkowski, su socio de toda la vida en Boston, que le correspondió en la Super Bowl con dos touchdowns y un cuarto anillo particular. Y cuando, en una apuesta de riesgo, dio la última oportunidad de su carrera al polémico Antonio Brown, un ‘enfant terrible’ sin crédito en la NFL salvo para Tom, que le acogió en su casa para vigilarle de cerca y que le redimió con un contrato irrisorio para su calidad y condicionado a su comportamiento. Y cuando señaló al runningback Leonard Fournette, sin equipo, como refuerzo ideal para el backfield. Tanto Brown como Fournette anotaron sendos touchdowns el domingo ante los Chiefs, corroborando que TB12 es un vi- sionario.
No menos importante, se trajo con él su legendario nivel de exi- gencia, competitividad y capaci- dad de trabajo, un gen ganador que inculcó a todo el equipo. No llevaba ni una semana en la fran- quicia cuando, insatisfecho con un entrenamiento, leyó la cartilla a sus compañeros pidiéndoles más entrega. Nadie protestó.
Consciente de que Brady tiene conocimiento enciclopédico del playbook y criterio propio, su téc- nico Bruce Arians le dio permiso para dictar las jugadas de ataque mediada la temporada y desde en- tonces los Bucs no han perdido ni un solo encuentro. Salvo la final, todas las eliminatorias de playoff las han disputado a domicilio, en Washington, New Orleans y Gre- en Bay. Todo triunfos convincen- tes.
Ahora la pregunta es la recu- rrente para Brady en las últimas temporadas: ¿hasta cuándo? Ya ha dicho que piensa cumplir su con- trato y ha insinuado que, sin lesio- nes de por medio, se ve capacitado para jugar más allá de los 45 años. En cualquier otro sería una teme- ridad, pero con Tom todo es posi- ble, incluso lo imposible
Tras 13 años fuera del playoff, los Bucs le permitieron decidir fichajes y estrategias
Su legado es demencial: tiene más anillos que ninguna franquicia de la NFL
H