Mundo Deportivo (At. Madrid)

Cuando éramos felices

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l próximo domingo, 7 de marzo, los socios regresarem­os al Camp Nou. Iremos a votar justo el día que su cumplirá un año del último partido que, cómo aficionado­s, pudimos asistir al estadio. Un año, ya, sin pisar el campo del Barça. Jamás pensamos que podía ocurrir una cosa así. Jamás pensamos que echaríamos tanto de menos lo que para muchos es nuestra segunda residencia, el parque temático de las emociones, el lugar donde gritar gol al mismo tiempo que otras 80.000 voces es la gran catarsis de la semana. Ese día, en un Barça-Real Sociedad, nos pusimos de pie una sola vez, por un gol de penalti gracias a una manos que sólo vio el VAR a diez minutos para el final. Lo marcó, claro, Leo Messi. Él era el capitán, Ansu Fati era suplente de Braithwait­e, Alba se tapó los oídos para no escuchar los silbidos que le dedicó la grada, Setién era el entrenador y Bartomeu el presidente que escuchó gritos de dimisión. El Barça, con ese gol marcado en sábado, se pondría líder porque el Madrid perdería su partido en campo del Betis en domingo.

Cada detalle nos parecía trascenden­te, de una gravedad extrema. Y, quizás, ahora sabemos que lo importante era el camino. Bajar a Barcelona, con la familia y los amigos en el coche. Aparcar.

Llegar a pie al estadio, por Travessera o por el Sofía. Hacer la primera cola para enseñar el carnet. Ser cacheado, mostrar el bocadillo y, cada uno, dirigirse hacia su puerta y quedar, de nuevo en el coche, nunca antes del final del partido. Comprar un botellín de agua, esperar que te saquen el tapón, visitar el urinario de la buena suerte e ir sin dudar a tu asiento, la auténtica patria de los abonados. Y allí, desde una hora antes, ayudar a los turistas a encontrar su butaca y observar cómo llegan los de siempre, a la hora de siempre, por el mismo orden. Tras más de 45 años en la misma boca, poco margen hay a las sorpresas. También el calentamie­nto tiene su pauta marcada. Primero los porteros, luego el resto del equipo con música a todo trapo. El tramo final, con la competició­n de disparos a puerta, es un espectácul­o. Messi las clava como nadie. Luego, a aplaudir el rondo y para el vestuario a ponerse la camiseta de trabajo. A cantar todos el himno y, a partir de ahí, el guión se va escribiend­o en directo. No hay dos partidos iguales, porque no hay dos jugadas iguales. Sólo la animosa charla, de pie, en los descansos, se parece a la del partido anterior. Los nervios son, más o menos, los de siempre. Se apaciguan en función del rival y según el devaneo del marcador.

El gol es el momento de abrazarse con la familia y apretujar la mano, al delante y al de atrás, como se daba la paz en la iglesia. Y, en el minuto 95, esperar el pitido conclusivo del Martínez Munuera de turno y celebrar los tres puntos salvados in extremis, para salir a toda velocidad intentando esquivar los sempiterno­s atascos. Primero, la marabunta humana, después la fila india de coches. Aunque ese mismo día, Salvador Illa, ministro de Sanidad, dijo que el Barça-Nápoles de Champions se disputaría con absoluta normalidad el 18 de marzo en el Camp Nou, yo -medio en broma, medio en serio- me despedí de los vecinos de butaca con un pronóstico que quería ser simpático. “Nos veremos en el Gamper”, les dije. Pensaba en la edición de 2020. Ahora ya firmo que sea en agosto de 2021, la fecha en la que los aficionado­s podamos volver al estadio. La felicidad estaba en la rutina y no nos dábamos cuenta. El premio de la vida era acudir a un partido del Barça cada 10 días. Lo de menos era -ahora lo hemos descubiert­o- ganar o perder. Con estar vivos y poder acudir al fútbol nos conformába­mos. De marzo a marzo han muerto casi 1.000 socios del Barça. Una barbaridad

H1. Joan Laporta, en el debate de ayer, le dijo a Victor Font: “Cuando tu hacías power-points, yo ganaba Champions”. Sí, hacía los power-points para la candidatur­a de Laporta en 2003.

2. Víctor Font, en el debate, dijo “pasemos página” hasta cuatro veces. La misma expresión exacta que, como ‘leit motiv’, le sirvió a Salvador Illa para ganar las elecciones... pero, segurament­e, no para gobernar.

3. Joan Laporta, en el debate, dijo: “Estoy casi seguro de que si ganan los otros dos candidatos, Messi no seguirá”. Si gana Laporta y luego Messi se va, ¿qué cara se nos va a quedar? ¿Y a él?

4. La pregunta más recurrente en la campaña de 2015 esta vez, a 4 días de las elecciones, todavía no ha salido: “Señor candidato, ¿si Catalunya es independie­nte, en qué Liga jugará el Barça?”. Será que ya nadie lo ve posible, ¿o tan solo era una pregunta trampa?

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FOTO: PERE PUNTÍ El domingo se cumplirá un año del último partido con público en el Estadi

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