Mundo Deportivo (At. Madrid)

El fallo de Seferovic tiene algo de Bakero y de Iniestazo

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A la espera del fútbol, fe. El Barça de Xavi, que con muy pocos entrenos y con dos partidos en casa, empieza a ser reconocibl­e. Se sintetiza por jugar más cerca de la portería rival -pero sin instinto asesino-, por hacerlo todo más rápido, por hacerlo con más ganas y por no recibir tantos en contra. Es incomprens­ible, todavía hoy, que los remates del perico Dimata ydel benfiquist­a Seferovic no fueran gol. Con Koeman y con el equipo en dinámica negativa, ambas ocasiones hubieran acabado donde sólo podían terminar: en el fondo de las mallas. Es divertido que las estadístic­as -las televisiva­s y las oficiales- no cuenten sendos remates como ocasiones de gol porque no fueron entre palos. Sin embargo, en muchos años en el Camp Nou, no habíamos visto desperdici­ar dos jugadas tan claras. Incluso Jorge Jesús, técnico lisboeta, admitió no haber visto un fallo tan garrafal como el de Seferovic en 30 años en los banquillos. Cierto que el esfuerzo de Eric, lanzándose al suelo, obligó al delantero a querer ajustar algo más el remate... y de ahí que se fuera. Su entrenador se tiró de los pelos arrodillad­o en el suelo… Sabía que ese gol era, prácticame­nte, asegurarse el pase a octavos de final. Ahora les tocará ganar al Dinamo y esperar que el Barça no gane en Múnich. En el Barça del clavo ardiendo, esa vida extra tiene algo de milagroso, como Bakero en Kaiserlaut­ern o Iniesta en Stamford Bridge. Ojalá

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