Un club de entrenadores
El Barça lleva 25 años persistiendo en el mismo error. En la parcela deportiva, los organigramas quedan muy bonitos en Power Point y la división de tareas y responsabilidades parece clara. Pero a la práctica es papel mojado. El entrenador debería identificar las carencias de la plantilla y pedir el perfil de futbolista necesario para que fuera el Secretario técnico el que decidiera el fichaje que mejor se ajusta al estilo de juego que ya debe tener definido el club. A la práctica, en la historia reciente del
Barça, los organigramas se han pisoteado y el entrenador ha sido el “fichador”. Con Hugo Sánchez esperando en el Princesa Sofía se fichó a Archibald porque lo pidió el mister, Venables. Cruyff hacía de manager general: entrenaba, fichaba y supervisaba el filial. Llegó Van Gaal y se trajo a más de media selección holandesa. En la época Rijkaard se hicieron 22 fichajes y solo ofrecieron rendimiento de crack Ronaldinho, Eto’o y Deco. Guardiola se encaprichó de Chigrinsky, Hleb y Martín Cáceres. El añorado Tito dijo que necesitaba un central pero que era Thiago Silva o ninguno. Y Luis Enrique, después de ganar el triplete, y en plena campaña electoral fichó a Arda Turan y Aleix Vidal. Antes había avalado a Digne. Por eso en el Barça, se recuerdan grandes entrenadores pero ningún secretario técnico ha pasado a la historia. Tanta estructura para que al final la depuración de responsabilidades sea ininteligible. La secretaría técnica debe estar dirigida por un “cazatalentos” con experiencia contrastada en un trabajo que requiere una planificación anticipada y un alto porcentaje de acierto demostrado. Fichar discretos suplentes un verano e intentar los fichajes de la “portera” de Núñez al siguiente, para terminar culpando a la inflación del mercado cuando te has gastado 400 millones en los 2 últimos años no cuela. Porque este mismo verano tus objetivos asequibles en el mercado nacional, Ceballos (15M) y Theo (25M) también se te han escapado y te los ha birlado el Madrid. Más que saber comprar, los buenos secretarios técnicos deben saben vender. Y el entrenador, a entrenar. Porque ellos se van pero sus caprichos se quedan