El pin de la Champions
Una simple insignia plateada recuerda que la urgencia histórica del FC Barcelona en Europa ha terminado
El martes cuando el FC Barcelona saltó al césped del estadio Georgios Karaiskakis, el terreno de juego del Olympiacos FC, los jugadores, técnicos, directivos y seguidores azulgrana encararon el partido con mucha tranquilidad. Quizá demasiada, sí, pero sin miedo y sin urgencia.
Y la tranquilidad no venía dada por el hecho de que en esta fase de grupos de la Champions 2017-2018 el Barça llevara tres partidos ganados, ningún empate, ninguna derrota, siete goles a favor y uno en contra. La tranquilidad emanaba de la no existencia de una urgencia histórica en la competición y su pertenencia, ya consolidada, a la élite europea.
Ramon Pujol, director de protocolo del FC Barcelona durante muchos años, recuerda que semanas previas a la final de Roma (2009) ante el Manchester United, encargó dos decenas de pequeñas insignias plateadas de la Copa de Europa para repartir entre los directivos, en caso de una victoria ante el temible equipo de sir Alex Ferguson. Como es tradición, en caso de victoria, los jugadores serían obsequiados con una reproducción en miniatura de la orejuda. El Barça ganó 2 a 0.
El pin de la Champions fue un acierto de Ramon Pujol, porque no sólo fue un detalle para celebrar aquella noche histórica con el logro de la tercera copa de Europa. Era el símbolo de que el Barça había llegado al firmamento del fútbol continental, un lugar que le había sido negado durante décadas y décadas, y porque con tres Copas de Europa en su historial ese logro era ya para siempre.
El pin de la Champions puede verse en muy contadas ocasiones en las solapas de los directivos. La lucieron con orgullo en 2011 tras la victoria de Wembley ante el Man U y en 2015 en Berlín al conseguir la quinta Champions tras derrotar a la Juventus de Turín.
Pese a que Messi y sus compañeros han tenido que ver, y mucho, en las últimas cuatro copas de Europa, el pin de la Champions le ha dado suerte al Barça. Pero en realidad lo más importante de cuanto pueda simbolizar esa pequeña insignia, es la solidez del palmarés.
El Barça ha logrado una proeza europea muy relevante. Durante décadas y ligas y más ligas a la sombra del Real Madrid, la gran competición europea le estuvo negada al Barça y la tarde aciaga de Berna fue una losa que sólo pudo romperse con la genialidad de Johan Cruyff y el Dream Team en la final de 1992.
El Barça es Europa, e, indiscutiblemente, uno de los equipos legendarios del continente. Los aficionados del Barça deben ser consciente de ello y pase lo que pase esta temporada o las próximas, existe un claro sentido de pertenencia que debe tener como contra- partida el máximo respeto del club y sus aficionados por esta competición que ha ayudado al FC Barcelona a alcanzar su actual globalidad.
Quizá esta reflexión, que viene a cuento del pin de la Champions, pueda servir para pedir a los aficionados que, al margen de cualquier crítica, respetable, que pueda hacerse a los miembros de la UEFA, la competición, la Champions, la esencia misma del fútbol debe respetarse.
Quizá ahora es el momento de dejar de silbar el himno de una competición que tan grande ha hecho al club azulgrana y sería muy de agradecer que otros compartieran esta reflexión en las semanas previas al siguiente partido de la Champions en el Camp Nou –el día 5 de diciembre contra el Sporting de Lisboa-. Ojalá que, entre todos, tengamos tiempo de que se alcen más voces para que el Barça consiga su sosiego europeo y el merecidísimo pin de la Champions vuelva a las solapas de los directivos sin temer a los injustos pitidos al himno de unidad de la máxima competición continental
Sin intentar coartar crítica alguna a la UEFA, es más que imprescindible poner punto final a los pitidos de los aficionados al himno de la Champions en el Camp Nou