Dembélé no se moverá
D
embélé es campeón del mundo a los 21 años, tiene un talento innato para el fútbol, una velocidad imparable y, por fortuna, juega en el Barça. Y seguirá haciéndolo. Eso sí, por ahora, tiene menos minutos de los que él querría o pensaba que tendría. Ahí está el problema. Cuando Robert fue a por él tras su primer año de profesional en Rennes, Dembélé le dijo que no al Barça. Que todavía no. Admitió que siendo tan joven, no quería ir a un equipo donde el tridente Neymar-Suárez-Messi lo jugaba todo y él no tendría oportunidades. Un año más tarde, con la marcha consumada de Neymar al PSG, con Dembélé haciendo una buena primera campaña en el Dortmund –y a precio desorbitadosí quiso cumplir su sueño de jugar en el Camp Nou. Vino, pues, para jugar. En el debut, le regaló ya una asistencia de gol a Suárez. Pero se lesionó en el primer desplazamiento. La delicadísima operación le tuvo cuatro meses en el dique seco. Luego, una lesión muscular, sirvió para colgarle la etiqueta de frágil. El run-run ya era imparable. Su espectacular final de temporada, que nadie parece recordar, le sirvió para entrar en la convocatoria francesa para el Mundial de Rusia.
Ahora, su disgusto viene por no jugar. La cacareada meritocrácia de Valverde se esfuma cuando el francés, que llevaba 9 titularidades seguidas, con un rendimiento notable, marcando 5 goles que dan un título (la Supercopa) y 6 puntos (las dos victorias en Pucela y Anoeta), ve como llega la gran noche de Wembley y se queda fuera del equipo. Después de las castañas pilongas ante Girona, Leganés y Athletic ve que él es el único que paga el pato. Con la entrada de Arthur en Londres, el entrenador sienta a Dembélé. Hasta hoy. Así el equipo tiene más control y equilibrio y defiende mejor y… Coutinho y Suárez parecen los intocables junto a Messi.
Por sorpresa, la prensa, cuando cita a
Dembélé es más para recordar su infame segunda parte ante el Sevilla –de fútbol e indolencia- que el papel fundamental que ha tenido Ousmane en el primer tramo de la temporada. La fama de pierdebolas ha cuajado en los medios, sin parar en la cuenta de que sólo los que regatean, los que arriesgan, los que se la juegan, pierden balones. ¿O no lidera Leo Messi esta faceta?
Pero no es solo Valverde, por sus motivos tácticos, quien ha precipitado Dembélé a ser blanco de la diana. Observo, atónito, como todos se atreven con él. De dentro filtran que en el primer año no comía bien, otros cuentan que llegó tarde al estadio el día del Inter, en el campo recibe los desmesurados aspavientos de los compañeros cuando no les pasa una bola y, con un micro en la boca, incluso Rakitic le señala públicamente por no tener las botas atadas cuando tiene que entrar al campo para sustituir al lesionado Messi. Demasié con Dembélé.
Fuera, en cambio, se frotan las manos. Viendo que un talento mundial como él, ni juega ni tiene continuidad ni confianza en el Barça, es lógico que Liverpool, Chelsea, PSG o quién sea piense en Dembélé como una oportunidad. Pero nadie con responsabilidad en el fútbol del Barça, ni en los despachos ni en el palco, ha pensado en venderle. Saben que es un diamante por pulir y, si se esfuerza y decide que triunfar en el deporte es su prioridad en su vida, Dembélé hará historia. Sólo de él depende convencer a Valverde que es necesario dentro del 11. Eso se hace esforzándose siempre. Y luchando, todavía más, cuando las cosas no salen como uno quiere. C’est la vie