Se juega peor, se empata mucho y se golea menos
Después de su penúltima exhibición (?) copera en Leganés, no podía existir una coartada mejor para escapar de una nueva epístola capitalina sobre el Real Madrid que el final de la primera vuelta de la Liga. Nunca está de más hincarle el diente a un buen balance analítico del presente y la mitad de curso no es un mal momento para valorar, comparar y desmenuzar lo ocurrido hasta la fecha.
La primera impresión, subjetiva por supuesto, es que no ha estado a la altura de sus exigencias y posibilidades. Hay que esperar y requerir mucho más de los equipos, futbolistas y entrenadores de la considerada mejor Liga del mundo. Como creyente en la premisa de que es la más la completa y competida de cuantas se disputan, estos 190 primeros partidos han estado marcados en sus líneas fundamentales por unas tendencias mejorables.
Cuestión de sensaciones y estadísticas. Una mezcla adecuada para analizar lo sucedido. Las primeras, las sensaciones, vienen marcadas por las querencias que nos dejó el último Mundial y tienen relación directa con el juego en sí, los estilos y las disposiciones tácticas. En Rusia, el campeón, Francia, ganó desde el pragmatismo y sembró la secuela de que la posesión del balón y el dominio de los partidos ya no son indispensables para llegar a la victoria y los títulos. Salía a ganar… y punto.
Algo parecido ha sucedido en esta primera vuelta donde sólo el Rey Messi no ha estado por debajo de sus posibilidades con un tramo de temporada tan genial como extraordinario, coincidente con la entrega del Balón de Oro a Modric y su ausencia del podio. Ni siquiera su equipo, líder indiscutible en 15 de las 19 jornadas, ha terminado de convencer. No ha desarrollado el juego brillante que se podía intuir por tener a Leo, por su forma de entender el fútbol y por los jugadores que tiene. Aún así se mantiene al frente del cada vez más devaluado capítulo de la posesión, 65 por ciento por los 64,9 del Betis. En la clasificación saca cinco puntos al segundo (Atlético) y 10 al Real Madrid, pero tiene ocho menos que el año pasado.
Desde el punto de vista puramente futbolístico, dos equipos merecen unas líneas: Éibar y Alavés. La crítica reconoce mayoritariamente el estilo valiente del conjunto de Mendilibar y su capacidad para adecentar casi todos sus partidos, hasta cuando pierde. Pero al final su esfuerzo no se ve recompensado con puntos y ha llegado al ecuador con 22, los mismos que un Athletic, que se ha pasado toda la primera vuelta flirteando con las posiciones de descenso.
Jugar bien ya no pesa tanto. Véase al incombustible Alavés. A pocos aficionados ajenos a sus colores se les cae la baba por la estética de su fútbol, pero todos querrían tener tan claras sus ideas, su manera de ponerlas en práctica y su cota de rendimiento competitivo.
La primera consecuencia negativa de que los equipos apuesten por otros estilos y tengan menos el balón donde tienen que tenerlo se refleja en el gol. Irremediablemente. En 190 partidos se han marcado 481 goles por los 508 de la primera vuelta de la temporada anterior. En lo que llevamos de siglo, sólo en la 2006-07 se habían marcado menos (448).
Más efectos nocivos. No hay nada peor para un Campeonato que los empates. El reparto de puntos es hijo del miedo. Y en lo que llevamos de temporada llevamos 62. Demasiados comparables con las 76 victorias locales y las 52 visitantes. El porcentaje de triunfos en casa es el peor en los 90 años de historia de la Liga. Un escaso 40%. No ganar en tu terreno obliga al partido siguiente a intentar arañar algo fuera… Y del pavor a perder nace el mal menor del empate. De los quince partidos disputados entre los teóricos seis grandes del Campeonato (Barcelona, Real Madrid, Atlético, Valencia, Sevilla y Athletic), nueve han acabado en tablas.
Esperemos, pues, una segunda vuelta mejor desde el punto del vista del juego. No será complicado. Mimbres hay y el mercado de invierno puede arreglar alguna necesidad perentoria