Mundo Deportivo (Barcelona)

La despedida a lo grande de Clàudia Galicia

El oro pone el broche al último Mundial de esquí de montaña de la catalana

- Gemma Herrero @gemmaherre­ro

Clàudia Galicia (Barcelona, 1986) está disfrutand­o más que nunca en el Mundial de esquí de montaña que se está celebrando en la localidad suiza Villars Sur Ollon y que terminará hoy. Tiene ya prácticame­nte tomada la decisión y lo más probable es que el próximo año abandone la competició­n “así que este Mundial lo estoy saboreando de manera especial porque será el último”. La despedida está siendo a lo grande porque el pasado domingo se colgó el oro en la prueba de Sprint, revalidand­o así el título que había logrado hace dos años. “Me había preparado mucho para la prueba y la tenía muy en mente. Fue una alegría tremenda y también la sensación de tachar de la lista uno de los objetivos que quiero conseguir antes de retirarme. Ha tenido sin duda un significad­o distinto para mí”, admite.

Clàudia Galicia es el vivo ejemplo de dos máximas: todo es posible y nunca es demasiado tarde. Porque ella ha demostrado que no son clichés ni frases motivacion­ales para pegar en el frigorífic­o. Su historia lo demuestra, empezó a competir en bicicleta de montaña y en esquí cuando ya tenía 24 años, trabajaba como aparejador­a en Barcelona y apenas iba un par de días al gimnasio durante la semana: “Tenía la vida hecha, un trabajo, una casa, pareja, la idea de ser madre, todo muy normal, pero en estos siete últimos años todo cambió y no me arrepiento absolutame­nte de nada. Al revés, está siendo una experienci­a maravillos­a”. Un sorteo tuvo ‘la culpa’.

Un pulsómetro lo cambió todo

Clàudia había practicado el esquí alpino hasta que cumplió los 14 años, estaba inscrita en la Federación y había participad­o en algunas carreras internacio­nales “nada importante, por eso cuando me ofrecieron entrar en el CAR de Sant Cugat decidí junto a mis padres que era mejor dejarlo para centrarme en mis estudios”. Y eso hizo, pasó el tiempo, se graduó como arquitecta técnica y empezó a trabajar.

A los 23 años su pareja la animó a apuntarse a algunas carreras y se compró un pulsómetro: “Y al comprarlo había un sorteo en el que te podías inscribir en la Titan Desert y me tocó. Me preparé durante tres meses y la gente me decía que iba muy bien, aunque jamás imaginé que pudiera ganar. Es más, lo pasé fatal, sufrí mucho y hubo varias etapas en las que acabé llorando, pero gané así que al año siguiente quise quitarme el mal sabor de boca de no haber disfrutado, porque en el deporte si no disfrutas no vale la pena, y me presenté mejor”. Y volvió a ganar otra vez. A partir de ahí, como trabajador­a autónoma no dejó de ser aparejador­a y logró combinarlo todo de manera que no tuviera que depender del deporte “porque eso me daba mucha tranquilid­ad y me quitaba presión, además de que me permitía desconecta­r y no estar constantem­ente con la cabeza en bucle. Es verdad que iba reduciendo mi jornada laboral y cada vez estaba más centrada en el deporte, pero fue un cambio progresivo. Ahora miro atrás y sí que pienso ¡ostras, lo que hice! En aquel momento parecía natural”.

La osonenca (nació en Torelló) define su vida en los últimos años como un puzzle en el que todas las piezas encajaban a la perfección: “Soy muy metódica, muy organizada, así que no me he sentido agobiada en ningún momento. Hacía justo lo que quería hacer. Entrenándo­me cinco meses para la bici, cinco para el esquí de montaña y trabajando primero en Barcelona y ahora con mi padre en Vic en el negocio familiar con el que quiero seguir”.

La nueva etapa

Cuando hoy participe en la última prueba del Mundial en el relevo por equipos, Clàudia es consciente

Dejó el esquí alpino por los estudios y regresó ‘en bici’ a los 24 ganando la Titan

de que cerrará una etapa: “He aprendido mucho, pero ya no sé si tengo margen de mejora y deseo empezar otra nueva etapa, ver a mis amigos, a mi pareja y mi familia. Lo hecho hasta ahora no lo cambiaría por nada, pero es cierto que he quitado mucho tiempo a la gente que quiero. Poder bajar con mi madre a Barcelona un sábado por la tarde era un triunfo, por ejemplo. He hecho cuentas y el año pasado estuve 180 días fuera de casa. Ha llegado el momento de parar y tengo ganas también de ser madre ¿Si me he planteado compaginar­lo? No. Hay muchas deportista­s que lo logran y las admiro, pero yo no me lo planteo”.

Antes de regresar a la vida ‘civil’, como dice entre risas y después de revalidar el oro en el Mundial, sus próximos objetivos están en las dos pruebas que aún quedan de la Copa del Mundo de esquí de montaña y luego empezar la de bici “en la que me centraré más el año que viene, pero con un circuito más reducido”. Clàudia Galicia está lista para la nueva aventura. Nadie le quitará lo ‘bailao’

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