Messi, en el Olimpo
El Barça vive en estado de beatitud sin haber ganado ningún título todavía. La atmósfera creada por Messi es artesanalmente contagiosa y tiene muchos efectos colaterales que han llegado al éxtasis cuando una afición alegre y exigente como la del Betis se puso en pie para aplaudirle al marcar un cuarto gol antológico. La grandeza de
Messi es su adaptación a todos los climas, a todos los entrenadores, a varios presidentes y a numerosos jugadores de gran talento. Fue grande con Laporta, Rosell y Bartomeu. El primero que cosechó títulos con su genialidad fue Rijkaard. Luego vinieron Guardiola, Vilanova, Luis Enrique y ahora Valverde. Sin compañeros del nivel de Iniesta, Xavi, Busquets, Ronaldinho, Piqué, Luis Suárez, Puyol, Valdés, Ter Stegen, Dani Alves... el Barça
de Messi no habría alcanzado la era más prodigiosa de su historia. La mediocridad de la selección argentina en la que él ha jugado refuerza este argumento. Messi ha hecho grande al fútbol, a los que con él han compartido glorias y a una afición que no se cansa de aplaudirle sus genialidades. Jorge Valdano lleva diciendo desde hace años que los dioses del Olimpo futbolístico, los eternos, son Pelé, Maradona y Messi. Gary Lineker repitió en la noche del domingo que es el más grande de todos los tiempos.
Ha marcado el fútbol exquisito no en un partido, ni en una temporada ni en una competición. Ha sido el símbolo de una generación en un solo equipo, el Barça, sin chulerías ni prepotencias, sin quejas, con modestia y una sonrisa de picardía cómplice con la audiencia global