Todos somos Eder Sarabia
La polémica semanal, si no nos diera por reír, sería para llorar. Eder Sarabia, el intenso segundo entrenador del Barça, vivió el encuentro del Bernabéu como todos los culés. Lamentó la ocasión fallada por Griezmann, se tiró de los pelos por la salida desde atrás del segundo tiempo, se cabreó porque un Semedo que había estado impecable en el marcaje a Vinicius regalaba algún balón… ¿Y qué? ¿Qué más da que una cámara le grabase y le leyeran los labios? Los jugadores son los primeros en saber lo que hacen bien y el pase que dan mal. Aunque no hagan autocrítica pública, se llevan al colchón cada acción que podían haber hecho mejor y le van dando vueltas y más vueltas. Si lo hacemos los aficionados, ¿cómo no van a hacerlo ellos que viven para ganar partidos y ser felices? ¿Cómo van a ofenderse, unos jugadores curtidos en mil batallas, por las reprimendas de un entrenador? Sea el primero, sea el segundo… ¿Se ofenden los del Atlético por los aspavientos de Simeone o el Mono Burgos? ¿No es normal que Pesic o Obradovic muestren su disgusto cada vez que un jugador toma una mala decisión? ¿Ya ni las broncas se permiten? Faltaría más. Sarabia lo vivía y lo sufría con normalidad. Vale ya de remilgos. Convertir esto en caso es, de nuevo, caer en la trampa del enemigo. Nos quieren desunidos. Hay una Liga en juego
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