En vísperas de otro escándalo
l fútbol español está acostumbrado a cargar con las consecuencias de los dislates “del de siempre”, pagando los justos por el pecador. Así, uno recuerda cómo en 1976 “el loco del Bernabéu”, que todavía no ha sido identificado pese a que fue detenido y logró “escapar”, saltó al campo para tumbar de un puñetazo al colegiado Erich Linemayr, tras un Real MadridBayern (1-1). A resultas de aquello, en todos los campos se tuvieron que instalar vallas y fosos para evitar casos similares. El problema generado por el Real lo pagaron todos.
Antes, en la “final de las botellas” (Copa de 1969), jugada en jueves, los madridistas, que no soportaron la victoria del Barça (1-0), acabaron lanzando envases de cristal al césped. Este peligroso comportamiento acabó afectando al resto de clubs, ya que se prohibieron los envases de cristal en todos los campos.
Ahora, el Real tiene el Bernabéu impracticable para el resto de Liga porque decidió hacer obras. Desde Vigo hasta Las Palmas, el fútbol reclama ya el acceso del público a los estadios, máxime cuando teatros, cines y toros (plazas portátiles) ya tienen permisos, aunque con limitaciones. Pero el Gobierno, y en concreto Irene Lozano, presidenta del CSD, han adelantado que habrá acceso para todos o para ninguno. Habida cuenta los precedentes, nos tememos que estamos ante otro escándalo. Si el Real jugará en Valdebebas no es por culpa del Covid-19, sino por voluntad propia. ¿Qué se oculta tras esa negativa? Favorecer “al de siempre” a base de perjudicar al resto. O sea, como en tiempos de la dictadura... si es que alguna vez quedaron atrás
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