Todavía tengo esperanza en la Liga
Veo que os estáis portando bastante bien. Que tenéis precaución cuando vais por las calles o cuando estáis en un local. Con caretas y distancia. Atención. No todos cumplen con estas instrucciones, también he visto gente amontonada, playas con demasiada gente aún estando vigiladas, y tenemos que tener todos cuidado. No tengamos miedo pero tampoco nos olvidemos de lo que hemos pasado y lo que tenemos que evitar. En estas circunstancias, el día a día va poniéndose en marcha, aún no está normalizado totalmente. Veo tiendas familiares sin abrir y tengo la esperanza de que con el paso de los días, en septiembre, podamos gozar de una cierta normalidad y que las familias respiren con un poco más de desahogo.
En toda esta situación precaria sigue este festival-carnaval de partidos de fútbol de Primera y Segunda División, que es como un carrusel que no se para. Esta semana se ha unido también el fútbol sala y el baloncesto. Las jornadas se suceden, el nivel de juego es aceptable pero inferior al que estamos acostumbrados, al menos en cuanto a imagen y emoción, y en muy poco tiempo ya tendremos campeón y clasificación final.
El sábado, a las cinco de la tarde, hora antiguamente taurina pero también futbolística, el Barça tropezó en el resultado en Balaídos y la victoria final se complica.
Digo se complica porque tengo esperanzas de que esto no esté acabado, de que también a los blancos, con VAR o sin VAR, algún contrario le ponga problemas serios y así podamos vivir un final de Liga como los que se vivieron en las épocas de Tenerife con Cruyff de entrenador. La realidad es que el Barça, por momentos, dio una imagen mejor que en los últimos partidos, que el balón corrió con mayor velocidad, que a Messi se le notaba con ganas de acabar bien con aquello y esto dio como resultado ponerse por delante en el marcador merecidamente.
Después, por estos desajustes que sufrimos desde hace tiempo entre medio campo y defensa, se igualó el marcador. Los nuestros no bajaron la guardia y la prueba está en que siguieron dominando y volvieron a adelantarse, cosa que ya parecía definitiva. Otra vez la falta de consistencia defensiva, imperdonable en un equipo del nivel del azulgrana, sea por falta o por desatención, provocó el empate que llenó de alegría a los gallegos y dejó muy tocados a la mayoría de culés. Vi un partido muy bien trabajado por los hermanos García ( Òscar y Roger) tanto en el sistema táctico como en el de intentar parar la creatividad de los nuestros. Es curioso porque este empate deja muy contentos, y casi salvados a los gallegos, y en cambio crea dudas que pueden ser insalvables y precipitar acontecimientos en nuestra entidad.
La entrada en la titularidad de Riqui Puig y Ansu demuestra que los técnicos al fin han recurrido a la juventud para revitalizar a un grupo que a estas alturas, aún queriendo, cosa de la que no dudo, a veces da la sensación, y no solo sensación, de que físicamente no dan más. Es la realidad. El futuro está en los jóvenes y en la renovación pero los jóvenes no pueden resolver todos los problemas del equipo. Ahí estamos.