Lo que quiera y como quiera
Messi se ha ganado el exclusivo derecho de seguir hasta que quiera o de marcharse cuando quiera. No hay que meterle prisa, para nada, a un hombre que siempre que ha tenido que decidir ha elegido al Barça
Cambio de dibujo en Villarreal y crecimiento automático en el nivel de juego del Barça. Tan evidente fue el tránsito de la noche al día, que casi por unanimidad se dedujo que, como mínimo, en la victoria por 1-4 habíamos visto la mejor versión del año. Con insuficiencias, desde luego, pero alcanzando cotas de juego que, hasta la víspera, eran personalmente inimaginables. Como si Quique Setién hubiera dejado de jugar a las damas para volver al ajedrez.
Eso fue el domingo como visitante y hoy el Barça juega como local ante el Espanyol. Quique decidirá si mantiene el 4-4-2 en rombo o si insiste en el 4-3-3. La sensación es que con la plantilla que tiene, los jugadores responden mejor con el planteamiento de Villarreal que los de antes de La Cerámica. Esencialmente porque, por primera vez, vimos en niveles notables la relación Messi-Suárez-Griezmann.
Se dedujo allí que con ese esquema el entrenador había encontrado, por fin, la posición ideal para Griezmann en el Barça. No se discute eso aunque pueda ser o no discutible. Lo trascendente es que con Messi, en el papel más parecido a Xavi, el equipo encontró lo que infructuosamente buscaba. Pausa, toque y pase filtrado. Señas de identidad perdidas.
Leo, dicho sea de paso, ya comentó en diciembre de 2019 que
“cada vez que salgo a la cancha lo hago más mentalizado en el juego que en el gol”. Y, efectivamente, los hechos lo demuestran. Messi, en los 38 partidos jugados, lleva 27 goles y ha repartido 27 asistencias. Números de super crack para cualquier otro que no sea el capitán. Centrándonos en la Liga son 22 dianas y 19 pases definitivos. No hay nadie en la historia del fútbol capaz de marcar, haber generado, generar y seguir generando tantas opciones de gol.
Cuando hace años Guardiola decía que Leo Messi era el mejor en cualquier posición, parecía una exageración de Pep. Luego Xavi y muchos otros repitieron lo mismo y el tiempo está confirmando que cuando el Barça le necesitó para ser el mejor delantero, Leo siempre lo fue. Y ahora, mejor todavía, aún le sobra talento para ser, al mismo tiempo, el mejor centrocampista y dejar un hueco arriba para que Griezmann responda a las expectativas de un futbolista de talla mundial.
Da igual que Messi corra, trote o camine. Es siempre el mejor porque es siempre el más decisivo. Un hábito único que, por ser tan rutinario, nunca se llegará a valorar en su justa medida. Y, ahora, con la incógnita sobre la paralización de su renovación, aún menos. Preocupa más el futuro de Leo que su presente, que es de lo que vive el equipo y todos. Es de lo que se ha escrito la historia más gloriosa del Barça.
Y, sí, siendo verdad que es una angustia imaginar que un día Messi dirá que ya basta, ni hay que temer que llegue ese momento, ni hay que meterle prisa para que se comprometa a extender su contrato cuanto antes. Leo, en un derecho absoluto e innegable que se ha ganado a pulso, está moralmente autorizado a renovar cuando quiera o a marcharse cuando quiera.
Lleva toda la vida así, pudiendo irse todos los veranos, por cantidades estratosféricas, y siempre decidió quedarse. Y lo que sabemos ahora es que se va a quedar, como mínimo, un año más. El siguiente, Dios, el de verdad, proveerá
H