Resultadismo
España fracasó en el Mundial. Igual que fracasarán 31 selecciones, porque solo una va a ser la campeona el 18 de diciembre. Es lo que tienen todas las competiciones, que al final solo hay un ganador. La línea entre el éxito y el fiasco es tan fina, y depende de tantos factores, que normalmente el campeón no es ni el mejor equipo ni el que mejor fútbol propone. Tenemos infinidad de ejemplos a lo largo de la historia. En especial, durante los torneos cortos como los Mundiales, las Eurocopas o incluso la Liga de Campeones.
Pero a veces lo olvidamos al hacer valoraciones y críticas después de un partido. Es un mal endémico del periodismo deportivo y de los aficionados. En general, nos fijamos en el resultado final y a partir de los goles sacamos conclusiones definitivas. Aseveraciones apocalípticas y tremendistas o eufóricas y exultantes.
En muy pocas ocasiones somos capaces de obviar el marcador y fijarnos en otros aspectos del juego para calibrar con mayor dimensión el éxito o el fracaso. España ganó un Mundial en 2010 superando todas las eliminatorias por 1-0 y todo fueron elogios. La diferencia es mínima. Un detalle, un punto de suerte y se pasa de la gloria al fracaso en un abrir y cerrar de ojos. Toda la perspectiva cambia por completo.
Esto ha sido la cruz de Luis Enrique .Qué pena que por unos penaltis fallados no pueda continuar con su proyecto, que era tan acertado tras el 7-0 ante Costa Rica y que no sirve para nada tras empatar con Marruecos. Luis Enrique tendrá muchos defectos, pero ni antes era tan bueno y carismático ni ahora es tan malo y agrio. Siempre nos quedarán sus directos en Twitch, donde afortunadamente no hay goles ●