La lucha contra la barbarie
Que en pleno siglo XXI tengamos que estar exigiendo acabar de una vez por todas con la plaga de los gritos, insultos y cánticos racistas en el fútbol español (¿la mejor Liga del mundo?) es insólito. O frustrante. O increíble. O pónganle el calificativo que les venga en gana. Generalizar es injusto, pero es una evidencia que la xenofobia campa con demasiado frecuencia por nuestros recintos deportivos. Últimamente todos los focos están puestos sobre Vinicius, pero hay otras ‘víctimas’. Y algunas en categoría infantil. Estamos hablando de niños de 12 y 13 años.
El fútbol español, y por extensión el deporte de nuestro país, no puede cerrar los ojos a esta realidad. Ni mucho menos negarla. Está bien que se denuncie, que se lleven determinadas actitudes a Competición ya Antiviolencia, que en según qué casos se llegue a la vía penal. Pero, a la vista está, no basta con todas estas acciones. Seguramente no exista la medida infalible para extirpar el mal de la noche a la mañana. Seguramente ayudaría no vivir en una sociedad tan radicalizada, no dar alas a populismos trasnochados que alientan la xenofobia y el rechazo a la diferencia. Tal vez sea pedirle demasiado a una sociedad de la que ha desaparecido el término medio y que se mueve sólo en los extremos, en el blanco o en el negro, despreciando la escala de grises que va del uno al otro. Pero hay que insistir en la lucha contra esta barbarie lingüística que esconde una barbarie intelectual y moral que debe ser extirpada de raíz. Nos jugamos mucho como para no intentarlo ●