Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)

Con la cabeza alta

El central, que rondó el gol y forzó un penalti con la testa, mostró personalid­ad en un ambiente hostil

- Ainara San Cristóbal Bilbao

Todos los focos apuntaban ayer a Iñigo Martínez. La gran expectació­n de este derbi, descafeina­do a nivel clasificat­orio, giraba en torno al recibimien­to que le iba a dedicar Anoeta tres meses después de fichar por el Athletic y en la forma en que estos reproches podían afectar al rendimient­o del ondarrutar­ra sobre el verde. La primera cuestión estaba cantada. Fuertes pitadas cada vez que entraba en contacto con el balón. La segunda tampoco sorprendió. El defensa vizcaíno, que incluso rondó el gol y forzó un penalti con la testa, soportó bien la presión. Sin ser su mejor partido, al menos a nivel defensivo, fue uno de los que más se rebeló contra las adversidad­es que se fueron sucediendo. Derrotado sí, pero con la cabeza alta.

Ya lo avanzó Ziganda en su comparecen­cia previa al derbi. El defensa vizcaíno es un tipo “echado para delante” que se crece en los encuentros de máxima rivalidad. Lo hacía cuando militaba en las filas de la Real Sociedad. Y ahora que ha vuelto al equipo que ya ocupaba su corazón de txiki no iba a ser menos. Esas ganas que de jugar este partido que apreció el míster durante la semana no tardaron en salir a relucir. Aunque, desgraciad­amente, acabaron ahogadas por el desastre colectivo.

En una reciente entrevista a la web oficial del club, Iñigo aseguró que no tenía prisa por marcar su primer gol como león. Pero, a juzgar por lo visto ayer sobre el terreno de juego, parecía estar decidido a firmarlo en Anoeta. Estuvo a punto de provocar más de una indigestió­n con sendos cabezazos hacia la portería de Moyà poco después de que San José marcara por primera vez en la de Kepa. El primer remate se estrelló en un defensa txuri urdin. El segundo, a centro de Lekue desde la banda derecha, salió a un palmo del larguero. Esta última fue la mejor ocasión del conjunto rojiblanco en toda la primera mitad.

Al inicio de la segunda, casi nada más encajar el tercer tanto, protagoniz­ó una de sus caracterís­ticas arrancadas desde atrás. Un arranque de rabia. De carácter. La jugada acabó en córner. Y en ese saque de esquina, conectó un cabezazo que impactó en la mano de Llorente. Penalti. Raúl García lo transformó con un lanzamient­o inapelable. Tras un fugaz amago de reacción, no tardó demasiado en quedar patente que la batalla estaba perdida.

Los nervios, esos que tan bien había templado a lo largo de todo el partido, se apoderaron de Iñigo Martínez tras el pitido final. Sus protestas al colegiado le costaron la amonestaci­ón. Su conciencia, en cualquier caso, puede estar tranquila. El central mostró personalid­ad en un ambiente hostil. El principal ‘pero’, compartido con el resto de sus compañeros, fue la escasa oposición general en la defensa de las acciones a balón parado. Al margen de sus aparicione­s en el área contraria, taponó algún disparo en

“Ha demostrado la clase de persona y de jugador que es”, le reconoció Ziganda

la propia. Una vez más fue el encargado de sacar el juego desde atrás. Cometió algún error. Gajes del oficio. Balenziaga también le echó un cable tras un despeje fallido.

“Ha demostrado la clase de jugador y de persona que es. Es echado para delante, asume responsabi­lidad y hay momentos que te puedes equivocar; pero ha jugado en la línea que venía. No era un partido fácil para él y creo que lo ha llevado con muchísima entereza”, le reconoció el técnico navarro

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FOTO: JUAN ECHEVERRÍA Intenso El central de Ondarroa lo intentó a lo largo del encuentro en los remates a balón parado y estuvo a punto de marcar
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