Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)

Un currante obsesivo

➔ La ética de trabajo de Kobe se convirtió en algo legendario

- Guille Álvarez

jes y minutos de silencio no se limitaron al entorno de la NBA o del baloncesto, sino que se vivieron en otros deportes y también fuera del ámbito del deporte, por ejemplo, en la gala de los Grammys, que se celebró en el Staples Center de Los Angeles, la ciudad en la que Kobe jugó toda su carrera. Los gestos de respeto y dolor –como el del tenista Novak Djokovic llorando el mitad de la pista tras acabar su partido en el Open de Australia–, llegaron desde todos los lugares del mundo y desde deportes muy diferentes, algo que responde a la condición de icono global que ostentaba Kobe, un jugador de baloncesto que fue mucho más que un jugador de baloncesto ● ➔ Kobe Bryant no tenía un helicópter­o para presumir de bolsillo o dárselas de tipo interesant­e. El escolta usaba el aparato con dos ideas concretas: maximizar el tiempo que podía pasar con su familia y, al mismo tiempo, no perderse ni un minuto de su estricto plan de entrenamie­nto. “El tráfico empezó a ponerse muy mal. Estaba ahí sentado en medio de un atasco y acababa perdiéndom­e la obra escolar de mi hija porque estaba allí encallado. Y la cosa siguió empeorando. Tenía que encontrar una manera de entrenar y centrarme en el trabajo sin compromete­r el tiempo con mi familia”, explicó el exjugador en una entrevista de 2018 con Barstool Sports. “Fue entonces cuando me informé sobre los helicópter­os, para poder ir y volver en 15 minutos. Y ahí fue cuando empezó, mi rutina siempre era la misma. Pesas a primera hora, llevar a los niñas al colegio, volar al pabellón, entrenar como un loco, hacer mi curro extra, atender los medios, volar de vuelta, recoger a los niños”. La leyenda de Kobe tenía, sin duda, grandes dosis de fantasía y talento, pero para definir la verdadera dimensión del escolta como jugador de baloncesto y atleta había un tercer elemento definitori­o: su legendaria ética de trabajo, algo revelado a través de los testimonio­s de sus compañeros de banquillo. “Kobe ha sido el único que ha hecho el trabajo”, aseguró Michael Jordan a Roland Lazenby, autor de la biografía del astro de los Bulls, cuando este le preguntó porque creía que Bryant era el único que merecía las comparacio­nes con él.

La mentalidad de la Mamba, el alter ego que se construyó el jugador sobre las pistas, le impulsó a buscar siempre la manera de ir más lejos en su preparació­n, ya tremenda de serie. “Entrabas ahí y estaba cortando, resoplando y moviéndose como si estuviera driblando con el balón y lanzando, aunque no había ninguna pelota. Pensé que era extraño, pero estoy seguro de que le ayudó”, escribió Shaquille O’Neal en uno de sus libros.

La cosa venía de mucho antes. En el instituto aparecía en la pista de entrenamie­nto a las cinco de la mañana, y a veces retaba a sus compañeros a un ‘uno contra uno’ al mejor de 100. Según Sports Illustrate­d el peor resultado de esas pachangas fue de 100-12 para él. Para Kobe, el trabajo no cambiaba ni en pretempora­da. Sus compañeros de equipo en los Juegos Olímpicos fli- paban. “Estamos en Las Vegas y ba- jamos a desayunar antes de comenzar el entrenamie­n- to”, contó Chris Bosh a la ESPN. “Entonces Kobe entra en la sala con hielo en las ro- dillas y toda la ropa empapada en sudor. Y pienso, ‘son las ocho de la mañana tío, ¿de dónde demonios viene?’”. Dwyane Wade recorda- ba eso en tono jocoso: “Estábamos ahí bostezando y él ya llevaba tres horas de entrenamie­nto”. El afán perfeccion­ista de Kobe tocó todas las áreas posibles. El helicópter­o, al final, fue una herramient­a más en su búsqueda de la perfección ●

“A las ocho de la mañana bajamos a desayunar y él ya llevaba horas entrenando”

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FOTO: AP Kobe Bryant, durante un partido con los Lakers
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