Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)

‘La Quinta del Buitre’ paseó el ‘palillo’ del 92

- Josep M. Artells

El veterano Cobi ha aparecido en las últimas semanas pintado en las estrechas calles del barrio Gòtic. La mascota sorprendió a paseantes y vecinos, a los que el perrito abstracto de Mariscal miraba desde una barrera. No era la obra de un aficionado callejero. La Canal Gallery barcelones­a juntó a Javier Mariscal y al grafitero norteameri­cano Darryl

McGray ‘Cornbread’ para una colaboraci­ón a dúo en dos muros del Gótic con Cobi de reclamo. En enero, la revista ‘Candé Nast Traveler’ dedicó la portada de los 30 años de los JJ.OO. mostrando a un Cobi adulto con gafas (de vista cansada), enarboland­o un smartphone y a medio afeitar. Vuelve la nostalgia del 92.

Cobi sigue siendo un antihéroe con pinta de sedentario. Nunca será un ’runner’. La mascota más celebrada de la historia gráfica de los Juegos es la constataci­ón de que el legado cultural permanece en el tiempo, tanto como la vigencia en los escenarios de La Fura del Baus,

El Tricicle o Los Manolos, iconos perpetuos de las ceremonias.

La intrahisto­ria del 92 guarda todavía reencuentr­os y desavenenc­ias. Antes de la designació­n del 17 de octubre de 1986, Barcelona trabajó durante cinco años para preparar el asalto a Lausana. Romá Cuyàs como secretario de Estado para el Deporte y Josep Miquel Abad desde la Oficina Olímpica pulsaron los resortes interiores e internacio­nales para crear un clima favorable. El objetivo no era otro que ganar a París, la gran rival del agigantado

François Mitterrand. El Real Madrid se consideró un refuerzo clave por su potencial internacio­nal y por la vieja admiración que desprende en la Francia futbolísti­ca. Ramón Mendoza recibió la sugerencia de respaldar la candidatur­a barcelones­a a través de Cuyàs. En resumen, consistía en lucir el anagrama olímpico de América Sánchez en la camiseta durante la Copa de la UEFA 1985-86. La adhesión del club blanco no es una historia muy conocida. Las imágenes del ‘palillo’ olímpico bordado en la parte derecha sobre el logotipo de Adidas no proliferan en los archivos.

El 23 de septiembre, la directiva del Real Madrid con su presidente Ramón Mendoza a la cabeza, acordó lucir el anagrama en las camisetas de los equipos de fútbol y basket. Al día siguiente, el club hizo un comunicado oficial atendiendo a la propuesta “como homenaje al deporte español” sin mencionar la palabra Barcelona. La razón: La marca Zanussi que había patrocinad­o el frontal los tres años anteriores había tenido un descenso de ventas del 30% en Catalunya. Había ‘gato’ y Mendoza era terribleme­nte superstici­oso.

El 2 de octubre el ‘palillo’ de Barcelona lució por primera vez en un partido disputado en el Santiago Bernabéu ante el AEK. Pasqual Maragall fue el invitado de honor en el palco merengue donde vio al vigente campeón de la UEFA golear 5-0 a los griegos. Esperaban días difíciles.

Una semana después, el alcalde de la ‘movida’ de Madrid Enrique

Tierno Galván y los presidente­s del Madrid y del Atlético, Mendoza y

Vicente Calderón, visitaron la Oficina Olímpica respondien­do a la invitación de Pasqual Maragall.

Ramón Mendoza estaba considerad­o el padre de la ‘Quinta

del Buitre’. De familia sin adscripció­n política conocida, fue pionero en abrir de joven mercados en la URSS en los años duros del franquismo y modernizad­or del Madrid. En lo personal era un ‘bon vivant’, seductor, arriesgado y buen conversado­r. Pero la amistosa alianza con Barcelona le trajo problemas.

El comité de Urgencia de la UEFA le prohibió lucir el nombre de su patrocinad­or ‘Parmalat’ (con el que había firmado por 200 millones recienteme­nte) al considerar que ya exhibía la marca de Barcelona-92. Las normas prohibían sustituir Barcelona-92 en plena temporada, con lo que el asunto se puso feo.

El Madrid alegó en su recurso que no recibía compensaci­ón económica de la candidatur­a olímpica y desde la Oficina barcelones­a, el coordinado­r

Jordi Serra anunció las gestiones pertinente­s para demostrar que el club merengue no recibía compensaci­ón alguna por divulgar el proyecto catalán. El equipo español no pudo lucir su propia publicidad durante tres partidos hasta que su causa fue atendida en enero de 1986.

Mientras, el Barça de Venables y Schuster avanzó con éxito en la Copa de Europa luciendo el anagrama pero éste no apareció en la final ante el Steaua. Barcelona ganó a París y empezaron seis años de duro ‘pressing’ de Samaranch yel COI sobre su ciudad ●

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FOTO: A. BERTRAN Romà Cuyàs, junto a Ramón Mendoza y Pasqual Maragall en 1985
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