Vini Dancing

Acabó el derbi con victoria madridista a domicilio, inapelable, pese a la injusta expulsión de Hermoso cuando doblaban las campanas. Y en un horizonte próximo, inmediato, el drama rojiblanco con tendencia a la depresión. A Carlo Ancelotti le sonríe hasta el demonio. El equipo sabe a lo que juega, muestra jerarquía, domina los tiempos y machaca, a la contra y combinando. Las victorias arrullan la ausencia de Benzema. A Simeone, en cambio, cada partido se le hace bola. Yerra con las alineaciones y los cambios, aburre a las ovejas, desespera a la parroquia y cada planteamiento es un jeroglífico. Tiene más plantilla que ideas. O se reinventa o el Atlético revienta. Ni siquiera la xenofobia de una parte de la afición, con esos cánticos racistas contra Vinicius, ocultó, tras esa deplorable cortina de humo, los verdaderos problemas que subyacen en el equipo: no juega y deja jugar. ¿Y Vinicius? Baila después de cada gol, como bailaba Neymar, ¡qué problema! En el fútbol hay celebraciones estúpidas, inaceptables, y no son precisamente las de los futbolistas brasileños. Lo detestable de Vini, por quien merece la pena pagar una entrada, es que con sus simulaciones encabrona al personal. Le ha llamado la atención Ancelotti .Sus compañeros le piden sosiego. No atiende. Es un futbolista extraordinario, espectacular, que, en ocasiones, cuando se calienta, se pierde en la estulticia. Los rivales ya lo saben y los árbitros no tardarán en apuntarle la matrícula, aunque juegue en el Madrid. Podría ser el Patrick Swayze –QPD– de ‘Dirty Dancing’, que ritmo no le falta, y como no espabile, en lugar de protagonizar cada jornada “el baile atrevido”, que titularon en Chile, terminará convirtiendo su ‘Vini Dancing’ en un “baile sucio” que la hinchada contraria odiará tanto como el famoso “siuuu” de Cristiano .Y Vinicius no es Ronaldo ●