El Eibar remonta con paciencia
Fantástica actuación de los guipuzcoanos para levantar tres goles de desventaja ante una Ponferradina incapaz y con un jugador menos
Las remontadas más llamativas suelen ir acompañadas de apelativos grandilocuentes. La que protagonizó anoche el Eibar tuvo mucho de sosegada, por la paciencia con que se tomó el equipo de Mendilibar aquello de que había que levantar la desventaja como fuera. Poco a poco, sin excentricidades, los guipuzcoanos alcanzaron el objetivo y se plantan en los octavos de final mediante ese halo fantástico que siempre deja esta Copa que, pese a ser maltratada por quienes la organizan, conserva ciertos brotes mágicos.
Como la Ponferradina no perdió tiempo en la ida, la operación armera consistía en ir al grano en el partido de vuelta. En someter sin rodeos al oponente. El Eibar, en suma, tenía prisa por volver a la eliminatoria. El tiempo apremiaba.
Tantos goles había de por medio entre un casillero y otro, que la noche necesitaba de una serie de acontecimientos anómalos. Pues bien, se fueron dando, pero con cuentagotas. Ocurrió primero que la Ponferradina malgastó su primera bala de tumbar al Eibar. Khomchnovkyy se presentó ante Irureta tan inesperadamente que su definición fue muy deficiente.
El cuarto de hora siguiente pasó desapercibido. Ipurua contemplaba el panorama como quien ve llover asomado a su ventana. Hasta que un envío largo terminó con Berrocal expulsado por haber sido imprudente en su salto con el ensangrentado Pantic.
El marcador seguía ilustrando una empate a nada, pero la Ponferradina no era capaz de disimular sus debilidades y el Eibar jugaba con un elemento más. Señales. Posteriormente llegaron las ocasiones. Bastón no resolvió el regate que le había hecho a Alberto y Ramis provocó el exitoso vuelo del portero en un libre directo magistral.
El italiano errante
El Eibar empezó a disponer de jugadas a balón parado, toda una fortuna en Ipurua. En un saque de esquina que botó Inui, Bastón estaba solo y decidió cabecear a la escuadra. Lo esencial de este gol fue que se produjo en la última jugada de la primera parte.
La visita al diván, más que tranquilizar a la Ponferradina, le anestesió. Se acurrucó demasiado cerca de su propia portería y eso acomodó al Eibar. Por lo que pudiera pasar, Mendilibar actuó con agilidad y se decantó por Enrich y Verdi para que jugasen toda la segunda parte.
Los puristas podrían pensar que meter en el campo a un italiano cuando había que remontar dos goles no era la decisión más acertada. Pero hay varios tópicos que están para dilapidarlos.
Simone Verdi no es un italiano más. Rompe con el estereotipo de sus compatriotas porque se emplea con un aire de desidia, como deambulando por su casa sin saber qué hacer. Y, al contrario que muchos transalpinos, esconde una técnica exquisita en su pie derecho.
El errante Verdi dio a Luna el pase definitivo para que Enrich marcara el segundo en boca de gol. Teñido de rubio platino, a Verdi se le veía a la legua. Enrich detectó que estaba solo en una jugada hilvanada y el ‘azzurro’ colocó el balón en la cepa de la madera. 3-0.
El fútbol es entrañable muchas veces. Mikel Arruabarrena lo comprobó al marcar el penalti que le habían hecho a Inui. Para entonces, el Eibar se había mudado a los dominios de la Ponferradina, incapaz de evitar la colonización armera. ‘Arru’, secundario de nuevo cuño, culminó una noche de fantasía
Enrich, un Verdi sensacional y Arruabarrena de penalti redondean la voltereta