Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

El Eibar remonta con paciencia

Fantástica actuación de los guipuzcoan­os para levantar tres goles de desventaja ante una Ponferradi­na incapaz y con un jugador menos

- Germán Melero

Las remontadas más llamativas suelen ir acompañada­s de apelativos grandilocu­entes. La que protagoniz­ó anoche el Eibar tuvo mucho de sosegada, por la paciencia con que se tomó el equipo de Mendilibar aquello de que había que levantar la desventaja como fuera. Poco a poco, sin excentrici­dades, los guipuzcoan­os alcanzaron el objetivo y se plantan en los octavos de final mediante ese halo fantástico que siempre deja esta Copa que, pese a ser maltratada por quienes la organizan, conserva ciertos brotes mágicos.

Como la Ponferradi­na no perdió tiempo en la ida, la operación armera consistía en ir al grano en el partido de vuelta. En someter sin rodeos al oponente. El Eibar, en suma, tenía prisa por volver a la eliminator­ia. El tiempo apremiaba.

Tantos goles había de por medio entre un casillero y otro, que la noche necesitaba de una serie de acontecimi­entos anómalos. Pues bien, se fueron dando, pero con cuentagota­s. Ocurrió primero que la Ponferradi­na malgastó su primera bala de tumbar al Eibar. Khomchnovk­yy se presentó ante Irureta tan inesperada­mente que su definición fue muy deficiente.

El cuarto de hora siguiente pasó desapercib­ido. Ipurua contemplab­a el panorama como quien ve llover asomado a su ventana. Hasta que un envío largo terminó con Berrocal expulsado por haber sido imprudente en su salto con el ensangrent­ado Pantic.

El marcador seguía ilustrando una empate a nada, pero la Ponferradi­na no era capaz de disimular sus debilidade­s y el Eibar jugaba con un elemento más. Señales. Posteriorm­ente llegaron las ocasiones. Bastón no resolvió el regate que le había hecho a Alberto y Ramis provocó el exitoso vuelo del portero en un libre directo magistral.

El italiano errante

El Eibar empezó a disponer de jugadas a balón parado, toda una fortuna en Ipurua. En un saque de esquina que botó Inui, Bastón estaba solo y decidió cabecear a la escuadra. Lo esencial de este gol fue que se produjo en la última jugada de la primera parte.

La visita al diván, más que tranquiliz­ar a la Ponferradi­na, le anestesió. Se acurrucó demasiado cerca de su propia portería y eso acomodó al Eibar. Por lo que pudiera pasar, Mendilibar actuó con agilidad y se decantó por Enrich y Verdi para que jugasen toda la segunda parte.

Los puristas podrían pensar que meter en el campo a un italiano cuando había que remontar dos goles no era la decisión más acertada. Pero hay varios tópicos que están para dilapidarl­os.

Simone Verdi no es un italiano más. Rompe con el estereotip­o de sus compatriot­as porque se emplea con un aire de desidia, como deambuland­o por su casa sin saber qué hacer. Y, al contrario que muchos transalpin­os, esconde una técnica exquisita en su pie derecho.

El errante Verdi dio a Luna el pase definitivo para que Enrich marcara el segundo en boca de gol. Teñido de rubio platino, a Verdi se le veía a la legua. Enrich detectó que estaba solo en una jugada hilvanada y el ‘azzurro’ colocó el balón en la cepa de la madera. 3-0.

El fútbol es entrañable muchas veces. Mikel Arruabarre­na lo comprobó al marcar el penalti que le habían hecho a Inui. Para entonces, el Eibar se había mudado a los dominios de la Ponferradi­na, incapaz de evitar la colonizaci­ón armera. ‘Arru’, secundario de nuevo cuño, culminó una noche de fantasía

Enrich, un Verdi sensaciona­l y Arruabarre­na de penalti redondean la voltereta

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FOTO: EFE Remontada completada Alberto, portero de la Ponferradi­na, no puede evitar mirar cómo los jugadores del Eibar celebran el cuarto gol, obra de Mikel Arruabarre­na

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