El Eibar desperdicia su tesoro
Los guipuzcoanos se despistan en la segunda parte y ceden el empate en el minuto 91 después de haberse ido al descanso ganando 0-3
Era la hora de mover el bigote. Y lo comido se facturó por lo servido. El fútbol no entiende de digestiones plácidas. El festín que se había pegado el Eibar en 45 minutos lo erradicó el Espanyol en otro homenaje de tres cuartos de hora. 0-3 al descanso, 3-0 tras él. Sin medias tintas.
Marcar tres goles a domicilio y no ganar es como desperdiciar un tesoro de valor incalculable. La que protagonizó el Eibar primero fue la rebelión pausada. A la chita callando fue aniquilando al Espanyol, pasea a pase, gol a gol. Los pericos espabilaron haciendo ruido. Obligados por el sonrojo de ir perdiendo 0-3 en casa, se volcaron. Cuatro jugadores de media en área contraria para hacer del remate una cuestión irremediable.
Antes, para sorpresa del Espanyol, al Eibar le había venido como agua de mayo que el partido enloqueciera desde el saque inicial. Los armeros actúan sin paños calientes. Todo o nada. Si la rentabilidad del gol es máxima, el ejercicio termina con superávit. Jugar con vocación ofensiva hace que marcar sea más natural. Qué decir si los dos delanteros han afinado su puntería.
El acierto ofensivo palió las carencias de Capa y Ramis en zona de vigilancia. Por aquella esquina penetraban Jurado o Baptistao como el cartero que entra con la correspondencia. Riesgo no abrió la puerta.
Son consecuencias de que la defensa no se avergüence al desnudarse, jugando casi en el centro del campo. O sea, deslavazada. Pero como el Espanyol había propuesto un toma y daca sin cuartel, el Eibar no cerró filas. Y buscó a Inui, feliz en el desorden, en el fútbol improvisado.
Como de costumbre, Dani García agarraba la batuta del jerarca, apaciguando el fútbol para recuperar balones y distribuirlos con inteligencia. En el minuto 22 se adueñó de la posesión, envió una diagonal magistral y entre Pedro León, Kike García y Enrich cosieron el 0-1 con hilo elástico, al primer toque.
240 segundos después, regalo de Reyes. Diego, en este caso. Un error de bulto por parte de un defensa suele ser incorregible y el mexicano falló con estrépito a centro de Inui. 0-2 en cuatro minutos de repentino desenfreno.
Aquel Espanyol que saltó al césped desbocado estaba ya aturdido. Como si el Eibar le hubiera inyectado un dardo tranquilizante. En vez de correr, los barceloneses deambulaban. Y en su parte de atrás hacían aguas.
El Eibar aseveró su castigo al filo del entretiempo. Pedro León condujo sin que nadie le molestara y Enrich, tan condescendiente en la primera definición, obsequió luego a Kike García con su primer gol en la Liga. El momento soñado para un delantero confuso.
A la desesperada
Los descansos en el fútbol son esenciales, no sólo para que los actores se tomen un respiro. Un cuarto de hora de asueto puede ser reconfortante o contraproducente, según se mire. El de Cornellà enrabietó al Espanyol y amilanó al Eibar, desaparecido por completo en la segunda mitad: ni defendió, ni controló el arrebato local ni amenazó con atacar. Un disparo a la desesperada de Hernán y gol de Piatti con el Espayol volcado despertaron las dudas armeras. En inferioridad por expulsión de Caicedo, al Espanyol sólo le quedaba la plegaria. Leo Baptistao santificó su nombre por ser creyente. El Eibar pecó de contemplativo y terminó jurando en arameo
La desaparición armera fue completa: ni defensa, ni medio, ni ataque El Espanyol se lanzó a por el empate y lo consiguió con un jugador menos