Un líder futbolístico
Seis años después de su primer partido en Primera ante el Villarreal, Illarra, un jugador superlativo, va camino de guiar por segunda vez a la Real a Europa
Asier Illarramendi (Mutriku, 1990) apenas tuvo tiempo para celebrar la inolvidable clasificación para la Champions League de 2013. En las memorables imágenes de celebración de la Real en el hotel de A Coruña -conga de Montanier incluidaal centrocampista mutrikuarra, que había sido una de las piedras angulares de la gesta, o no se le veía o se le veía en un discreto segundo plano ya que, sólo cuatro días después, debutaba junto a Iñigo Martínez en el Campeonato de Europa Sub-21 en Israel. Aunque aquella noche en Riazor Illarra creyó haber alcanzado, a los 23 años, el sueño de una vida, jugar con la Real en Europa, la maleta con la que viajó a Tel Aviv incluía un destino que su generosa y clarividente mente nunca llegó a imaginar.
La magnífica actuación de Illarra en el Europeo en el que España se proclamó campeón, unida a las fantásticas prestaciones exhibidas durante una temporada histórica para la Real, provocaron que menos de 45 días después de la mágica noche de Riazor, el guipuzcoano tuviera en su pecho el escudo del Real Madrid, previo pago de casi 40 millones por parte del club blanco, lo que le impidió jugar en Europa con la Real por primera vez en su carrera. El resto de la historia es bien conocida por todos.
Pese a que Illarramendi jugó 90 partidos en dos temporadas en el Madrid -la mitad como titular-, fue elegido como blanco fácil por parte de determinado sector de la durísima crítica existente en torno al gigante blanco. Siempre fue más fácil torpedear al ‘joven provinciano’ que a las consolidadas estrellas blancas. Si alguno de aquellos que ‘mataron’ por sistema a Illarramendi en su paso por el Real Madrid tuviera decoro, admitiría su terrible error viendo jugar en la actualidad al mutrikuarra, uno de los mejores, sino el mejor, centrocampista de la Liga, al que buena parte del madridismo no sólo no supo apreciar, sino que humilló y despreció de forma incomprensible y vergonzosa.
Han pasado seis años desde que Illarramendi debutara en Primera División contra el Villarreal en El Madrigal un 23 de enero de 2011. Antes había jugado en Elche el último partido de la temporada del ascenso, con la Real ya matemáticamente de vuelta en Primera. En seis años, para muchos futbolistas, no ocurre nada que les haga salir de la rutina. En el caso de Illarra ha vivido mucho, más allá de los 207 partidos que acumula como profesional en sus piernas. Su paso por el Real Madrid le ha servido para aprender mucho de sí mismo y de las personas y, sobre todo, para experimentar un crecimiento futbolístico brutal que, hoy en día, supone que su presencia sea un regalo para la Real.
Que Illarra no triunfara en el Madrid es lo mejor que le ha pasado a la Real, que ha recuperado para su causa a un líder futbolístico de una dimensión como hay pocos en Europa. El guipuzcoano es, en estos momentos, el jugador que más balones recupera de la Liga y el cuarto que más pases bien da, sólo superado por Nzonzi, Roque Mesa o Koke. Pero su ascendencia en el fútbol de la Real trasciende a los números. Hablamos de un jugador superlativo, que tiene el partido en la cabeza, que domina el juego como nadie y que interpreta cada acción del partido a la perfección. El líder de una Real a la que, por segunda vez en cinco años, va camino de guiar a una participación europea que, ahora sí, disfrutará sobre el campo. Siempre que otro ‘grande’ no vuelva con otros 40 millones de euros, que nivel está ofreciendo de sobra como para que alguien se lo piense