Un revés para Cervantes
El público de Sevilla animó a su rival y el guipuzcoano se quejó
El respeto para con los jugadores es liturgia en el tenis. Se suele ilustrar con silencio sepulcral mientras dura el peloteo. Incluso está mal visto que los asistentes se retrasen en su llegada a la pista. En gestos reverenciales, es costumbre aguardar al primer descanso oficial de un partido para coger asiento. Las normas no están escritas en ningún estatuto, pero se obedecen por su carácter tradicional, casi secular.
Las filias y las fobias se llevan con discreción en los graderíos. No se reproducen con cánticos o protestas, sino que se que se aplazan a la sobremesa del partido. No es un gesto que pase desapercibido siquiera para el juez de silla que imparte justicia a pie de pista, hierba o tierra batida. Hasta que reine el mutismo, el colegiado no permite que el sacador reanude el juego y el sacador acata.
No extraña, teniendo en cuenta estas premisas, que Iñigo Cervantes fuera víctima el sábado de una profunda desazón. Disputaba la final de la Copa Sevilla contra el canadiense Felix Auger-Aliassime y lo más duro no fue perder por dos sets a uno (6-7, 6-3 y 6-3).
Avanzaba la contienda en la cálida noche andaluza y, de pronto, el tenista de Hondarribia se vio inmerso en la desagradable sensación de estar en medio de un territorio comanche. No tanto porque estuviera en la diana de las iras, sino más bien debido a que atestiguó cómo el respetable fue menos respetuoso que nunca en una pista de tenis para decantarse poco a poco por la victoria del rival.
No lo aceptó de buen grado el guipuzcoano. El público de Sevilla animó a Auger-Aliassime, promesa que cuenta con 17 años de edad y toda una vida por delante. Las causas de las preferencias por el canadiense se desconocen, pero a Cervantes le tocaron la moral y le pusieron de mal café.
“Duro y triste”
Iñigo Cervantes dejó en un segundo plano, tras el partido, que anduvo desacertado en el saque y que Auger-Aliassime le superó en las dos mangas definitivas con cierta solvencia. Estaba más preocupado por el trato que acababa de recibir: no daba crédito. Nunca antes lo había vivido.
Fue “duro” y “triste”, según expresó el propio Cervantes. Cada persona elige cómo desahogarse pero es claro que en los tiempos que corren está de moda airear los sentimientos en las redes sociales. Por ejemplo, el hondarribiarra, que en su afán de denunciar lo que sufrió en Sevilla, dejó un repertorio de reflexiones digan de mención en su cuenta personal de Twitter. Confesó sentirse “decepcionado” por “estar jugando una final de challenger en tu país, muy cerca de ganar el torneo y sentir que la mayoría de la gente empieza a apoyar al rival”. No lo superó: “Me ha afectado y no lo puedo entender”, arremetió
Cervantes jugó el sábado la final de la Copa Sevilla y cayó ante Auger-Aliassime
“Decepcionado” y “afectado”, el de Hondarribia no podía “entender” al público