Los tres del centro
Seguro que hay mucha gente en Gipuzkoa que no ha visto en su vida a la Real como ahora. Así de desatada, con ese carácter ganador tan desconocido. Hasta bajar el pistón a partir de sentenciar al Rosenborg se entendió como un ejercicio valiente por parte de los jugadores: sabían que tres días más tarde se presenta el Real Madrid en Anoeta y que no es utópico pensar en que se le puede ganar al campeón de Liga. Los seguidores realistas que pertenecen a las más jóvenes generaciones, aquellos que no han vivido lo que significa ganar un título, rara vez, por no decir nunca, habrán acometido la visita del Madrid como lo estarán haciendo estos días. Sólo los más veteranos de la familia se pueden acordar de otras épocas en las que los madrileños visitaban Donostia con todas las reservas, concentrados en no perder contra aquella Real brava cuya piel se enrojecía de puro ardor guerrero. Los que peinan canas sabrán que la versión actual del equipo, en sus funciones técnicas, poco tiene que ver con la plantilla campeona. Sabrán que si bien en los ochenta todo nacía del coraje, del fútbol conmovedor, de no dar un balón por perdido o de no encajar goles, ahora todo ha evolucionado tanto que marcar cuatro fuera de casa es concebible por la calidad. Salvando siempre las distancias porque cada ciclo del fútbol es diferente, las similitudes radican en que esta Real, como la de otrora, se comporta en el campo de memoria. Y como hace tres décadas, tiene un centro del campo espléndido. Hay buenos y modernos defensas, fenomenales y vanguardistas delanteros. Sí. Pero como siempre sucedió, los medios son el alfa y el omega. Es difícil imaginar una Real como la actual sin Illarramendi, Zurutuza o Prieto. Juegan bien, juegan mucho y juegan cerca