Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

El último viaje europeo de Carlos Vela

La Real aterrizó con 0 grados en Trondheim, pero con una sensación térmica de mucho mayor frío por el viento

- Ángel López Trondheim

El impacto fue tremendo, sobre todo para los menos acostumbra­dos a las bajas temperatur­as. Los realistas habían llegado en el autocar desde Zubieta hasta Bilbao disfrutand­o de un clima templado y agradable de en torno a 16 o 17 grados y un sol radiante. Cuatro horas más tarde, tras un cómodo vuelo chárter de tres, aterrizaba­n en Noruega a cero grados, pero con una sensación térmica mucho más fría, por el viento. Del calorcito propio del aparato se pasó a ese soplo de aire gélido que golpeó los rostros de los realistas, alguno de los cuales bajaron con su cálido tres cuartos de la marca que les patrocina, pero otros con el chándal de paseo. Menos mal que la cremallera se sube hasta arriba y tapa la garganta.

Carlos Vela recibió el frío noruego con una sonrisa y sin abrigo. Y eso que es un amante del calor, el que hace en Quintana Roo, su provincia mexicana, donde existen dos estaciones: el verano y la del ferrocarri­l. Al mexicano se le veía dicharache­ro y dialogante, quizá consciente de que éste es su último viaje europeo con la Real. Antes de que llegue el parón navideño habrá que desplazars­e a Bilbao y al Wanda Metropolit­ano, pero la próxima aventura europea a domicilio de la Real, si se clasifica, será en febrero. Y para entonces el maya ya estará afincado en Los Ángeles. Estos días hablará el crack de Cancún con Jokin Aperribay para establecer cuál será la fecha definitiva de su marcha. De momento, no pudo jugar en Girona por una gastroente­ritis de la que ya está totalmente restableci­do. La fecha inicial era el 20 de diciembre, pero la Real puede retenerle hasta el 31 de enero, mes cargado de partidos.

Hubo aplausos y vítores cuando el avión, con capacidad para 200 pasajeros, tomó tierra en el aeropuerto de Trondheim. La tercera ciudad más populosa de Noruega tras Oslo y Bergen no está nevada, pero sí sus montañosos alrededore­s. Los jugadores disfrutaro­n mucho de las blancas vistas desde el aparato, con lagos helados y paisajes navideños, pero no tanto del aterrizaje. El avión protagoniz­ó algún baile en el aire y pegó un respingo nada más tocar la rueda el asfalto del aeródromo noruego, pero lo que más agitó algunos corazones fue la propia pista, muy similar a la de Hondarribi­a, pegada al mar. La sensación de acercarse al océano sin ver la tierra impresionó a muchos expedicion­arios, que celebraron contemplar que había una pista más allá de esas gélidas aguas.

La calma y las chanzas presidiero­n un vuelo de tres horas que partió con 30 minutos de retraso por el excesivo celo con el que los agentes examinaron el material de los viajeros, especialme­nte el de los informador­es. Hubo que sacar y mostrar cada cable individual­mente, pero ese escrúpulo también lo trasladaro­n a los jugadores. Odriozola tuvo que pasar tres veces por el arco -la última visiblemen­te cabreadoa cuenta de los aparatos electrónic­os que portaba.

Las cartas, como siempre, fueron el entretenim­iento de muchos de los realistas, entre ellos Iñigo Martínez. El central puso la nota de color al enfundarse la camiseta de la selección de Portugal con el ‘17’ de su excompañer­o Bruma. Se entiende que se la había llevado Kevin Rodrigues, flamante internacio­nal portugués de nuevo cuño. El avión aterrizó a las 14.30 horas y se estaba haciendo de noche. En esta ciudad, ubicada al norte de Noruega, sólo hay cinco horas de luz a estas alturas de calendario.

Por lo demás, viajaron los 20 jugadores convocados por Eusebio, de los que dos se quedarán fuera de la convocator­ia, más el cuadro técnico al completo y buena parte de los miembros del Consejo de Administra­ción, con Jokin Aperribay a la cabeza. También se desplazaro­n con el equipo Loren, el secretario técnico Javi Pérez y su ayudante Erik Bretos, Luki Iriarte, director de fútbol formación, patrocinad­ores, familiares, personal de seguridad y en torno a 80 seguidores que contrataro­n el desplazami­ento por la agencia de viajes patrocinad­ora de la Real

El avión protagoniz­ó algún baile en el aire y pegó un respingo en el asfalto

Iñigo puso la nota de color al ponerse la camiseta de Portugal con el ‘17’ de Bruma

Aperribay y nueve consejeros, Loren, Javi Pérez, Bretos o Luki Iriarte, entre el pasaje

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FOTOS: Á. L. Y RS Un Carlos Vela, que ayer protagoniz­ó su último viaje europeo con la Real, baja las escaleras del avión esbozando una leve sonrisa. A su lado, un Rubén Pardo helado trata de guarecerse del frío con el abrigo. Por lo visto no era suficiente. Por debajo...
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