La cultura del miedo

Ha querido ser cruel el destino con la Real y su hinchada, la de verdad, la que no va buscando camorra. Un día antes de que se cumplieran 19 años del asesinato de Aitor Zabaleta a manos de un indeseable como Ricardo Guerra, Donostia se convirtió en el escenario de una serie de altercados con ultras de por medio. Han pasado casi 20 años y la vida, en este sentido, sigue igual. Por suerte, en esta ocasión, no hubo que lamentar víctima alguna. Lo más triste de todo lo que aconteció en la tarde de ayer en los aledaños de Anoeta es que ya se sabía de antemano que iba a pasar y, por lo visto, nadie puso remedio para evitarlo. El despliegue de la Ertzaintza fue masivo, pero como si nada. Y me pregunto, ¿para qué tanta seguridad? Un tapón de una botella de agua no puede pasar al tratarse, según parece, de un objeto arrojadizo contundente, pero sí todo un arsenal de bengalas. Que alguien me lo explique porque yo no lo entiendo. Tampoco, si se sabía de antemano la llegada de este grupo de ultras del Zenit, por qué no se hace algo para evitar, ya no solo su entrada a Anoeta, sino su acceso a la ciudad. Y al final del partido, la mayoría de los jugadores del Zenit se fueron a lanzar sus camisetas a esos mal llamados hinchas que poco tiempo antes habían provocado casi una batalla campal y habían celebrado la victoria con un lanzamiento de bengalas. Pero no es algo que llame la atención. No es la primera vez que pasa ni será la última. Mucha culpa de todo esto la tienen los propios clubs que, no sé si por miedo o por qué razón, no actúan de una manera más contundente contra sus seguidores más radicales. Sería una solución para evitar actos como los de ayer, actos que en su día se llevaron para siempre a Aitor Zabaleta