DIARIO DE UN VIAJERO
Tanto o más que los puntos la Real necesita un plan de choque: su forma de jugar ha dejado de ser eficaz y nadie en la nave parece querer admitirlo
La Real se despertó ayer por la mañana con la resaca de la derrota ante el Zenit, queriendo imaginar que era un mal sueño y, lo que es peor, con la enorme preocupación de que poco más de 60 horas después, le aguarda otro partido de enorme exigencia, mañana contra el Málaga. Aunque hablamos del colista de la liga española, se trata en estos momentos de una montaña lo suficientemente complicada de escalar para una Real que ya está inmersa de pleno en esa vorágine que a tantos equipos de su estatura se ha llevado por delante cuando le ha tocado compaginar tres competiciones.
Las conclusiones definitivas, las evaluaciones, se repartirán en mayo lo que significa, aparentemente, que hay tiempo todavía para todo. Para la Real esto significaría, sustancialmente, poder llegar a tiempo en Liga de aspirar a pelear por otra clasificación europea, lo que podría salvarle de una campaña que a estas alturas ya tiene aroma a fracaso. En gran medida consumado, al haber emborronado el ejercicio de forma irresoluble con una eliminación infame en Copa y al haber comprometido el futuro europeo con un cruce de dieciseisavos en el que parte en desventaja. Bien haría la Real en poner la mayoría de sus huevos, desde ahora, en la cesta de la Liga, ya que la apuesta por Europa parece arriesgada. No tanto por la envergadura del adversario que apunta a tocarle en suerte, que también, sino por cómo ha desnudado las miserias competitivas del equipo de Eusebio el Zenit, el único rival continental de entidad, el que ha elevado el listón competitivo a la realidad exigida para ser alguien en la Europa League.
Enfrascada en una maraña de partidos sin solución de continuidad, la Real ha ido aplicando la misma receta futbolística a todo lo que se ha ido encontrando en el camino, con unos muy poco presentables resultados. Los últimos partidos en Anoeta (derrotas ante el Lleida y Zenit y empate frente a Las Palmas) han terminado por ser la punta del iceberg ante el que se ha estrellado la idea de juego de Eusebio, inalterable. Como en el Titanic, la orquesta sigue tocando mientras el barco se hunde.
Y es que la Real aparenta ser ese boxeador groggy que avanza hacia el adversario de forma tan irresponsable como ingenua, sin percatarse de que sus herramientas de poder han dejado de hacer mella en el mentón del rival. La sencillez con la que derrotó el Zenit a la Real (repliegue, orden, concentración y contragolpe), sin exponer un gramo, fue reveladora, a la vez que desoladora, del plano encefalograma por el que atraviesa el plan futbolístico realista.
Quedan tres partidos para llegar a Navidad (Málaga, Athletic y Sevilla) y no son sencillos. Si bien es imposible que le ocurra como al equipo subcampeón en 2003, que para cuando se quiso dar cuenta en la 03/04, cuando compaginó Liga y Champions, en Navidad estaba en puestos de descenso, la Real necesita un plan de choque. Y no tanto en lo que a puntos se refiere, que también, ya que de los últimos 17 partidos oficiales sólo ha ganado seis (dos al Vardar, uno al Rosenborg, uno al Eibar, uno al Alavés y otro al Lleida), como en cuanto a análisis de la situación. La Real necesita tanto o más que los puntos un diagnóstico, ya que su forma de jugar ha dejado de ser eficaz y competitiva y nadie dentro de la nave parece querer admitirlo