Algo no funciona
Esa confianza ciega en el equipo y esa calidad rayana con la invulnerabilidad parecen haberse desvanecido totalmente
El nuevo año ha nacido algo revirado para la Real Sociedad, con una derrota en Leganés de las que hacen daño. Si bien el año viejo se despidió de la manera más cortés posible, en una noche redonda frente al Sevilla, el recién nacido 2018 no llegó precisamente con un pan debajo del brazo, sino más bien, al contrario, acrecentando la deuda que el equipo tiene contraída con su afición desde hace algún tiempo. Si el triunfo frente al equipo hispalense sirvió para cerrar alguna que otra herida antes de cambiar de almanaque, la derrota frente al equipo del sur de Madrid, ha reabierto las que podían haber suturado, y ha tenido la virtud de abrir otras nuevas.
Feo el panorama que se pinta en el horizonte de los realistas, que parecen haber entrado en una fase de juego escaso y de resultados en consonancia.
La imagen que proyectó la Real el domingo en Butarque fue la de un equipo soso, repetitivo en sus propuestas, con unas lagunas defensivas que asustan y que están logrando arrastrar a al colectivo, y una incapacidad resolutiva en los “cuadros delanteros” realmente alarmante. Sumando todos estos elementos, podremos concluir que esta Real no es nuestra Real, que nos la han cambiado.
Aquella Real que atropellaba a sus rivales en la primera fase de la temporada, ha dado paso, como por arte de magia, a una Real ramplona, previsible, insegura y con un futuro incierto. Y de todas las peculiaridades mencionadas, la más preocupante, al menos para quien esto escribe, es la pérdida de seguridad que ha sufrido este equipo en las últimas semanas. Habíamos subrayado en textos anteriores la tranquilidad con que el aficionado acudía al estadio, consciente de las enormes posibilidades de este equipo, que se debían traducir necesariamente en buenos resultados aderezados con fases de juego brillante. No importaba demasiado la entidad del rival ni las dificultades que pudiera plantear, porque todos nos presentábamos en Anoeta seguros de que el espectáculo estaba garantizado y que los nuestros iban a ser sus principales valedores.
Pero esa confianza ciega en el equipo, esa calidad rayana con la invulnerabilidad, parecen haberse desvanecido totalmente, y ya sólo que quedan vestigios de un pasado que fue mejor, pero que ya resulta muy distante.
Determinar las causas de este proceso de descomposición es un ejercicio en que todos estamos empeñados, aunque muchas veces con diagnósticos discrepantes.
Lo que no parece de recibo, es que esta Real Sociedad vea cómo equipos del tipo Getafe, Betis, Leganés, Eibar, o los mismísimos Athletic y Villarreal, muestren la espalda a los de Eusebio en la tabla clasificatoria, dicho sea con todo el respeto que los referidos equipos merecen. Claro que, apelando al tópico, al final, cada cual está donde se merece; menos mal, que esto aún no ha terminado