Un futbolista admirable
La Real citó a unos periodistas en Zubieta una tarde lluviosa de invierno con las obras en las instalaciones recién terminadas y nos guiaron para conocer las remodeladas tripas del edificio principal. No había nadie en el vestuario, ni en el gimnasio, ni en los despachos, ni el frontón, ni en las habitaciones, pero, a media luz y casi en porretas, asomaba la figura de Xabi Prieto en la poza de agua fría. Quería rehabilitar sus herramientas de trabajo para el día siguiente. En otro momento, durante el parón navideño de una semana que suelen tener, el ‘10’ acudió a Zubieta el día 1. Repitió el 2. Y el 3, hasta que su mujer le recordó lo que significa la palabra ‘vacaciones’. Hace unas semanas, una familia llegó de Extremadura para ver a la Real y a su ídolo, Xabi Prieto. No salió al campo, por su lesión, pero, enterado de la procedencia de los ‘realzales’, les invitó a entrar al gimnasio para charlar con ellos y sacarse unas fotos. Son episodios del millón y medio que se podrían relatar para retratar a un futbolista único y un tipo normal, humilde y comprensivo. ‘Xabi, estoy canino, ¿te puedo hacer cuatro preguntas?’, era un mensaje muy habitual en tiempos de sequía informativa. Siempre fue un sí hasta que en la Real quisieron controlarlo todo. El arriba firmante se quedó prendado del juego del ‘10’ desde un partido de juveniles: ‘¿Quién es el flaco de la derecha?’, tuve que preguntar. ‘Es Prieto, un crack’. Mi informador no fallaba. He de reconocer que disfruté más del Prieto enclenque que desparramaba magia y desbordaba por fuera del inicio que del gigante de estos años. Cambió su juego y su fisonomía, pero él nunca cambió. Siendo Prieto, con 530 partidos en la Real -yo habría dado un brazo por jugar uno-. Otros tienen Balones de Oro y se señalan a sí mismos. Yo admiro a Prieto