Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

No digas que fue un sueño

El primer proyecto de Olabe como director deportivo, a los 34 años, derivó en el subcampeon­ato liguero de la Real del que ayer se cumplieron 15 años

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15 años son una eternidad en un fútbol cuya inmediatez no permite vivir de recuerdos añejos. En los tres últimos lustros han sucedido infinidad de cosas en la Real. Ha jugado dos veces la Champions, ha pasado tres años en Segunda, ha vivido la inigualabl­e magia de un ascenso, se ha llegado a refundar después de que estuviera en riesgo de disolución e incluso abraza el anhelado sueño de, por fin, contar con un campo de fútbol sin pistas de atletismo. 15 años dan para escribir una encicloped­ia exclusiva de lo sucedido en ese periodo concreto de la historia de un club. Pero lo que 15 años no permiten olvidar es que hace justo ese tiempo la Real estuvo a un paso de firmar la más bella gesta de la historia reciente del fútbol español.

Si el Leicester se convirtió hace un año en el Robin Hood del fútbol continenta­l, arrebatand­o a los poderosos el título liguero en la Premier, a la Real, con muchos menos recursos, le faltaron dos puntos para hacer lo propio un 22 de junio de 2003. Ayer se cumplieron 15 años del final de una temporada inolvidabl­e que estuvo a punto de terminar en el tercer título liguero de la historia del club. La más grande que muchas generacion­es de realzales han visto. Con un equipo tipo muy cercano al ideal que los aficionado­s desearían siempre, es decir seis canteranos (Rekarte, Jauregi, Aranzabal, Xabi Alonso, Aranburu y De Pedro) y cinco extranjero­s de nivel que marcaban la diferencia de forma brutal (Westerveld, Schürrer ó Kvarme, Karpin, Nihat y Kovacevic), la Real, dirigida con maestría por Raynald Denoueix (Rouen, 1948) ha sido el último club de su dimensión y tamaño que ha rozado el título con la yema de los dedos.

Hacía sólo tres años que un joven Roberto Olabe (Gasteiz, 1967) había colgado los guantes y, tras un par de temporadas entrenando al División de Honor Juvenil, a los 34 años se hizo cargo del primer equipo para dirigirlo los últimos nueve partidos de la temporada 01/02, logrando evitar el descenso. En el mercado invernal de aquella campaña habían llegado al club, de la mano de Toshack, Kovacevic, Nihat y Westerveld, y en verano de 2001 Kvarme. Tras evitar el descenso, Olabe fue ‘ascendido’ a director deportivo y ese verano construyó su primer proyecto que, un año después, casi le da la Liga a la Real.

Todo empezó firmando a un desconocid­o como Raynald Denoueix en mayo y no fue hasta bien entrado agosto cuando se cerraron los tres únicos fichajes de aquella campaña ( Karpin, Schürrer y Boris). Pese a la tardanza en firmar los refuerzos y el bajo número de contrataci­ones, la Real casi tocó el cielo.

Ocho semanas de pretempora­da, con dos durísimas de trabajo sin partidos en el tirol austríaco, en Seefeld, donde Denoueix descubrió que en Nihat tenía un segundo punta demoledor (De Paula estaba llamado a formar dupla con Kovacevic) y apenas cinco amistosos de preparació­n, dieron paso a una campaña en la que la Real no perdió un solo partido en toda la primera vuelta. Anoeta rozó el orgasmo futbolísti­co con el 4-2 al Madrid en abril de 2003. En la jornada 34, tras ganar al Recre (1-0), era líder en solitario y dependía de sí misma para ganar la Liga en los cuatro últimos partidos. Volvió a ganar en Málaga (0-2) y entonces llegó el fatídico partido ante el Valencia en el que, tras adelantars­e con un gol de Xabi Alonso, sólo pudo empatar. Esa noche se perdió la Liga.

El resto de la historia es conocida. La derrota en Vigo (3-2) ante un Celta que se jugaba la Champions inundó Gipuzkoa de lágrimas y evitó que la Real dependiera de sí misma en la última jornada. Anoeta despidió a los futbolista­s como héroes pese a quedar subcampeon­es tras ganar al Atlético (3-0). La celebració­n estuvo a la altura de una gesta que, aunque a veces lo parezca, no fue un sueño

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FOTO: MD Tayfun, a hombros de De Paula, celebra el subcampeon­ato rodeado de compañeros

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