Mejor medir la pasión
La atención del Mundial está focalizada, de momento, en la galopante crisis que está asolando Argentina entera. Una vez más queda constatado que el seguimiento al deporte rey en el país sudamericano puede ser calificado de muchas maneras, pero no como ejemplar. Lejos de aplacar los viscerales arrebatos rabiosos de los seguidores albicelestes, la prensa argentina y su opinión pública teóricamente más acreditada añade gasolina al fuego con descalificaciones de mal gusto, alcanzando la falta de respeto y decoro con una selección que, desde un prisma menos apasionado y más neutral, ha empatado con un combinado en pleno auge como Islandia y perdido ante un señor equipo como Croacia. Una vez más, los deméritos de la presunta potencia futbolística ensombrecen una obra maestra como la que escribió el cuadro balcánico. Pues resulta que el 3-0 sólo parece haber sido un fiasco injustificable de Argentina y en ningún caso un partido bandera de Croacia. Vaya hombre. Seguro que en la extinta Yugoslavia no están de acuerdo. Con razón. Su mérito se multiplica observando que Croacia es un país pequeño, de apenas 4 millones de habitantes que se ha tenido que reinventar al cabo de una guerra, un problema social de mucho mayor calado que empatar y perder en un Mundial. Canalizar la pasión por el fútbol es una virtud que en la Real, sin ir más lejos, está bien interiorizada teniendo en cuenta algunos movimientos cara a la próxima temporada. Sin ser el más expresivo, Asier Garitano ha esbozado en Leganés su pasión por este deporte, trabajando sin descanso y con destreza. Da la impresión de que con el guipuzcoano se puede estar ante una etapa apasionante. Y si es apasionada, mejor en su justa medida, no como en Argentina