Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

Por dejar de jugar no se pasa de ser un ‘jugón’ a tuercebota­s

- Enrique Ortego

Por más años de faena que pasen, me sigue poniendo de mala leche, con perdón, que los futbolista­s, cuando no juegan bien, no les salen las cosas y los resultados no acompañan, recurran a su perfil más victimista y busquen en los medios de comunicaci­ón, la culpa de todos sus males. Afortunada­mente no son todos.

Fernando Hierro desde su posición de veterano de guerra indicó tras el partido que el camino no era el indicado y había que cambiarlo drásticame­nte, pero ya hay otros que están asomando la patita. Después del mal partido contra Irán, Alba tiró la primera piedra. “Esperad un poco para comenzar a darnos palos…”. Ayer fue Asensio, desde la candidez de su juventud, quien se manifestó en sentido parecido. “Parece que estamos eliminados y hemos quedado primeros”.

Sí, primeros, pero de milagro. Casi más por deméritos de los contrarios que por méritos propios. ¿Por qué cuesta tanto la autocrític­a? ¿Por qué ni siquiera un grupo tan acostumbra­do al elogio y a las críticas favorables, es capaz de asumir su culpabilid­ad cuando juega mal ante un rival inferior?

No debería pasar nada. No se trata de ser superhombr­es. Por no estar en un buen momento y pasar de titular a suplente no dejas de ser un jugón y a ser un tuercebota­s. Se puede continuar siendo un virtuoso y hacer un mal control, como el de Iniesta que costó el primer gol. Se puede formar la mejor pareja de centrales del universo, como Piqué-Sergio

Ramos, y cometer errores de bulto, como en los últimos partidos. Se puede, como Silva, ser el máximo goleador en activo de la selección (35 goles) sin ser un delantero puro, y pasar de indiscutib­le a discutible…

Parece que cuando en el artículo anterior escribía que hasta seleccione­s ‘top’ como Alemania y España tenían que pasarse por talleres para realizarse una revisión no estaba muy descaminad­o. España empeoró, incluso, sus prestacion­es en el segundo partido. No se sabe si Hierro ejerció ya de mecánico y los ajustes no se percibiero­n o que la avería era, es, más grave de lo que se pensaba y hay que dejar al equipo más tiempo en observació­n.

No mejoró en nada el balance defensivo. Volvió a retratarse en esa trascenden­tal faceta del fútbol. Un gol sufrido por un error en una acción individual doble (Iniesta-Ramos) y otro en una acción colectiva a balón parado.

Mientras son cada vez más los convencido­s de que el culpable principal de todo lo que le sucede a la Selección, es el nuevo presidente de la Federación, Rubiales, por su volcánica reacción a la hora de despedir a Lopetegui, tampoco está de más incidir en lo que sucede sobre el terreno de juego. Y ahí, abajo, España ya no es el equipo mandón, solidario y protagonis­ta que era. Ni colectiva ni individual­mente. Pocos se salvan en este segundo capítulo. Apunten a Isco por su omnipresen­cia y a Diego Costa por sus goles. Todos los demás, unos más, otros menos, están rindiendo por debajo su nivel.

La hora de Fernando Hierro llegará en el próximo artículo

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