Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

Para calor, el de la afición

Las altas temperatur­as no impidieron que la hinchada vasca diera color en Murgil Tontorra

- Endika Santamaría

La afición fue una vez más la principal protagonis­ta de la Clásica San Sebastián. A pesar de la ola de calor que azota durante estos días Donostia, los amantes del ciclismo se decantaron por la bicicleta, dejando de lado por unas horas el bañador y la toalla.

El mundo del ciclismo volvió a disfrutar de los parajes de la capital guipuzcoan­a con aficionado­s que viven este deporte como si de ellos dependiera la victoria final de la etapa. En este caso, de la Clásica.

Delante de ellos, los encargados de poner la carrera patas arriba en los kilómetros finales: los corredores. La subida a Murgil Tontorra fue un auténtico castigo para muchos de los ciclistas, que acusaron el calor y el desgaste que arrastraba­n después de 229 kilómetros y ocho puertos de montaña.

El joven Antwan Tolhoek comenzó a poner interesant­e la subida a Murgil con una arrancada que animó a los aficionado­s que se acercaron a presenciar los últimos kilómetros.

Con el paso de los metros, el ambiente incrementa­ba y recordó aquellos días en los que la afición vasca se desplazó a calentar la 20ª etapa del Tour de Francia, con las ikurriñas y las elásticas de la Real o el Athletic representa­ndo a una afición que dejó huella en la ronda gala.

El público, cómo no, también apretó en esta ocasión a unos corredores que no defraudaro­n durante toda la tarde y que se desplazaro­n al último alto de la 38ª edición de la Clásica como sólo ellos saben hacerlo: en bicicleta, una rutina que hasta el día de hoy no ha fallado ningún año. La fuerza y la garra de las decenas de personas en el último muro, el decisivo, fue clave para que el pelotón se comenzara a romper en los primeros compases de la ascensión.

Los ataques de corredores como Rudy Molard o Hermann Pernsteine­r desataron la locura en Murgil. Los aficionado­s no dudaron en animar entonces a Ion Izagirre, que se lanzó con Greg Van Avermaet a cazar a los perseguido­res y ofrecer un último espectácul­o que sería rematado por Alaphilipp­e y Mollema.

Tanto el corredor galo como el holandés volvieron a demostrar una vez más la clase que tienen. Soltándose del pelotón, el dueño del maillot de la montaña en el Tour de Francia no dudó en dejar su nombre marcado en el cemento de Murgil con un ataque que rebasó frenó a la punta de lanza.

Por otro lado, como era de esperar, la afición no paró de animar a los ciclistas locales. Pello Bilbao ofreció emoción durante la subida y el hermano menor de los Izagirre peleó por un puesto entre los primeros clasificad­os que no pudo

La representa­ción local estuvo a la altura: seis vascos entre los 25 primeros

rematar y que se le resistió en el sprint final. El de Ormaiztegi, tras buscar el primer puesto en la subida, quiso volver a intentarlo en la bajada, y de esta manera, rendir un pequeño homenaje a a su hermano Gorka. El mayor de los Izagirre, que sufrió junto a Mikel Landa una caída a falta de 19 kilómetros para el final de la meta.

Seis fueron los corredores vascos que cruzaron la línea de meta entre los 25 primeros clasificad­os: Ion Izagirre (7º), Igor Antón (14º), Pello Bilbao (18º), Alex Aranburu (22º), Omar Fraile (24º) y Mikel Nieve

(25º).

El clima, factor clave

Tal y como se preveía durante la semana, el sol volvió a dar de qué hablar durante en la Clásica. Con la ola de calor de por medio, la ciudad de Donostia amaneció con un manto luminoso que dejó entrever el desgaste que sufrirían los corredores durante la jornada.

Euskadi Murias procuró estar atento a este detalle y decidió poner a tres ciclistas en el grupo de cabeza aprovechan­do la niebla que se apoderó del Alto de Meaga sobre las 12.30 horas, una jugada que terminó con premio para los de Jon Odriozola hasta la llegada al Alto de Jaizkibel, donde gran parte de los corredores comenzaron a notar el calor.

El clima obligó a que los ciclistas tuvieran que bajar el ritmo en varios puertos, viéndose obligados a hidratarse e incluso a llevar algún que otro botellín dentro del maillot para refrescars­e.

Euskadi Murias, arropado

Uno de los detalles que dejó la 38ª edición de la Clásica, fue la representa­ción de la afición vasca durante gran parte de la etapa. Los amantes del ciclismo no dudaron en vestir prendas naranjas y verdes que mostraran apoyo a dos de los equipos más queridos por los espectador­es: Euskaltel Euskadi antes y Euskadi Murias ahora

La afición vasca no dudó en arropar a los ciclistas vistiendo de verde y naranja

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F: UNANUE Decenas de seguidores se acercaron a Murgil Tontorra para seguir la decisiva subida
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FOTOS: UNANUE Murgil Tontorra fue un auténtico hervidero de pasión por el ciclismo. Los seguidores abarrotaro­n los costados del estrecho asfalto del muro igeldotarr­a y animaron a los Mollema, Aranburu, Tolhoek o Molard
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