Los últimos serán los primeros
La afición de San Pedro capitaliza el ambiente de un muelle ajeno a las ajustadas luchas en la bahía
En La Concha coexisten dos mundos: el del éxtasis, la emoción y la adrenalina de la bahía y el del jolgorio, la desconexión y la fiesta ininterrumpida del muelle. O, más concretamente, la rampa. Aquí, donde las traineras embarcan y reciben el cariño de los suyos tras un titánico esfuerzo, se crea una burbuja memorable. Solo el latente zumbido del helicóptero que sobrevuela el campo de regateo avisa de que ahí fuera hay cuatro botes que se están partiendo la cara. Si no, se podría decir que el radio de acción se reduce a ese pequeño crisol de colores.
Es curioso porque la música se impone a las radios y los himnos de cada club difuminan los acontecimientos del exterior. Nadie mueve un músculo cuando las ‘Batelerak’ de San Juan extienden su enésima alfombra por Donostia ni tampoco celebra el ajustadísimo triunfo de Hondarribia sobre Zierbena. Los aplausos son cosa de otro escenario. En la rampa toda la atención la absorben las aficiones, que se van turnando y dando paso una a la otra como si fuera un desfile del
Carnaval más brasileño. Que pase el siguiente.
Si en el agua Hondarribia y San Juan navegaron a velocidad de crucero, en el muelle fue la ruidosa marea morada de San Pedro la que hizo retumbar los tímpanos y cubrió el ambiente con su humareda. La ley no escrita que habla de que los últimos serán los primeros se materializa con los fervientes seguidores de la ‘Libia’. Los pasaitarras lograron una clasificación meritoria y aprovecharon la coyuntura para hacerse notar entre el resto de contendientes, tanto durante el primer domingo como ayer.
Donostiarra juega en casa
La Concha se juega en territorio de Donostiarra y se nota. Entre parpadeo y parpadeo, afloran decenas de seguidores de Kaiarriba, amén de las banderas que monopolizan la Parte Vieja y el muelle.
A pesar de mantener la vitola de invitado en calidad de anfitrión, la ‘Bantxa’ ya no es un mero espectador de La Concha. Lejos de apartarse de la pelea para disfrutar de
las palomitas, los pupilos de Igor Makazaga ya asoman la patita. Y la afición responde a esa garra que les ha llevado a asentarse en la zona media de la ACT. Quizá este año La Concha no ha sido su mejor puesta de largo. Otra vez será.
El reloj avanza en Portaletas
El reloj avanza y el mundo gira sin remedio. Basta con pararse en Portaletas unos minutos antes de que se suelten las estachas para sentir una punzada de melancolía. Los supervivientes que cantan las apuestas de toda la vida han quedado encerrados en una jaula, devorados por las modernas máquinas que patrocinan la competición. Ya no hay que afinar el oído. Basta con hacer cola, tocar una pantalla y coger un pequeño papelito que se arruga en el fondo de la cartera
Hondarribia y San Juan ganaron en el agua; San Pedro llevó el mando en la rampa