Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

La tierra prometida

La Real inicia hoy una nueva era de su historia sin olvidar que, con pistas o sin ellas, la cuestión central siempre fue construir un equipo con buenos jugadores

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Para cualquier niño nacido en torno a 1980 o antes, la cita quincenal con Atotxa era lo más parecido a una peregrinac­ión a la tierra prometida. Teniendo en cuenta que el Sanse también jugaba sus partidos en el viejo campo cuando la Real jugaba fuera, la cita para muchos era semanal. Muchos crecimos, felices, en ese mundo mágico que se encerraba entre las cuatro paredes que hacían frontera con las vías del tren, el mercado de frutas, el paseo de Duque de Mandas y la torre de Atotxa. Recuerdos con aroma a puro, a historias del aita, el osaba, tus primos o tus amigos, con los que empezaste a hacerte mayor. Historias con olor a fruta macerada, a caramelos Skysol. Historias con anuncios míticos por la megafonía que hoy todavía resuenan en la cabeza de todos como la banda sonora de su vida.

Nada en Anoeta ha sido como en Atotxa. Aunque cuando, a finales de los 80, se decidió que en 1993 la Real pondría fin a 80 años de vida en el viejo campo a todos nos pareció maravillos­o, y todos creímos que llegaría un paraíso mejor, la mística vivida en Atotxa, favorecida decisivame­nte porque allí jugó el mejor equipo de la historia del club, nunca se alcanzó en Anoeta.

Hoy se ponen fin a 25 años de dictadura, la de unas pistas de atletismo que la Real que tuvo que aceptar como peaje a pagar por jugar en una instalació­n más moderna y mejor, en unas condicione­s muy ventajosas. Al fin y al cabo, sin ser dueña del solar, el club apenas aportó 3 millones de euros de los 47 que costó la obra inicial de Anoeta, en concepto de alquiler por 40 años. 25 años después ha tenido que afrontar la remodelaci­ón casi al completo, poniendo más de 40 millones de su bolsillo, sin ser dueña de solar. Lo nunca visto.

Aunque Anoeta nunca ha sido Atotxa, no se puede olvidar que ha vivido alguno de los mejores pasajes de la historia del club. Tras unos inicios complejos, de aclimataci­ón al estadio, en 5 años se alcanzó un primer cenit (1998): un tercer puesto de la mano de Bernd

Krauss, que por entonces no daba acceso a la Champions sino a la UEFA. A partir de entonces comenzaron los coqueteos con el descenso, que se consumó en 2007, con el oasis previo, entre 2002 y 2004, en el que la Real casi gana su tercera Liga y disputó la Champions League por primera vez.

Tras el desierto por Segunda División (2007-2010) llegó el maravillos­o ascenso, lo mejor que han vivido muchas generacion­es de seguidores, la refundació­n del club que, durante un lustro (20092014) tuvo el rostro de Antoine Griezmann y el regreso a Europa. A la Champions (2013) y dos veces a la Europa Legue (2014 y 2016).

El Anoeta que nos vendieron en 1993 no fue nunca la tierra prometida

pero, aunque todos aborrecimo­s las pistas de atletismo, allí se han logrado un segundo, un tercer, un cuarto y un sexto puesto, alguna de las mejores clasificac­iones en la historia del club. Rodeados por el tartán, también han jugado en Anoeta muchos jugadores que, por derecho propio, tienen un lugar preferenci­al en los libros de

historia de la entidad (Kodro, Karpin, Aranzabal, De Pedro, Kovacevic, Xabi Alonso, Griezmann, Aranburu, Carlos Vela, Xabi Prieto, Agirretxe...).

La Real y Anoeta comienzan a escribir hoy un nuevo pasaje en el brillante devenir de una entidad de 109 años para la que nunca hubo imposibles. Y lo hace pensando en derrotar a un gigante, como siempre, con sus armas, con su orgullo. Sin olvidar que, con pistas o sin ellas, como demuestran los buenos resultados logrados en estos últimos 25 años, la cuestión central siempre residió en construir un equipo con buenos jugadores. Levantado el nuevo Anoeta, ése es el siguiente gran reto de la Real

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FOTO: EFE Vista general, ayer, del remodelado Anoeta que hoy empieza a escribir una nueva historia

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