Primer plato
No son pocos los que no aciertan a adivinar por dónde transita el patrón de juego de la Real y preocupa que lo supedite en exceso a las características del rival
No resulta fácil, en medio de toda esa maraña de acontecimientos que han tenido lugar en las últimas jornadas en torno al primer equipo, tomar una distancia con los hechos y emitir una valoración más o menos cuerda de lo sucedido. Pero, en el fondo, no es tan complicado si nos desembarazamos del torrente de emociones que se precipitan en nuestro recuerdo, y vamos directamente al aspecto meramente deportivo, a la competición pura y dura. A fin de cuentas será ésta la que convalide o impugne el trabajo realizado.
Lo sustancial es que la Real, después de cuatro jornadas, ha sumado cuatro puntos. A ese ritmo ni siquiera se podría conservar la categoría. Pero esto no ha hecho sino comenzar, y se deben tener en cuenta una serie de circunstancias, que modifican considerablemente la orientación del análisis. Por una parte, y no es una cuestión menor, el equipo de Garitano ha disputado tres partidos fuera. Con todo y con ello, cuatro puntos se antojan escaso botín para lo que pudo haber logrado el equipo, tal y como transcurrieron los encuentros -ventaja 0-2 en Leganés, derrota en Ipurua en el descuento y partido de igual a igual con el Barcelona-. Por otra parte, hay que tener en cuenta las importantes bajas que ha padecido el equipo, entre lesiones y retiradas prematuras, que necesariamente han debido diezmar el potencial a de este grupo.
Dicho lo cual, capítulo aparte merecen las sensaciones que ha transmitido el juego del equipo; no son pocos los que aún no aciertan a adivinar por dónde puede transitar el patrón de juego del nuevo entrenador de la Real. Preocupa en gran manera que supedite en exceso su proyecto a las características del rival. Esta sería, tal vez, una formulación válida para un equipo de la zona baja de la tabla, pero no para una Real que presume de un nivel de calidad medio-alto en su plantel, y que dispone sus miras más allá de la mera conservación de la categoría. La Real debe salir dispuesta a proponer, a mandar sobre el terreno de juego las más de las veces, excepción hecha, tal vez, de los partidos contra los dos grandes, en los que puedes verte obligado a modificar tu estrategia. Entiendo que la Real no puede ser un equipo timorato, pusilánime, incapaz de imponer su personalidad sobre el campo, siempre a la espera de lo que proponga el rival para poder dar una réplica.
Si nos hemos despojado ya de la vitola de equipo modesto, superada la transición tras el último ascenso, estamos obligados a exhibir músculo y dejar sentado que somos un equipo en disposición de pelear entre los grandes. Todo lo que no sea esto, constituirá un perfecto anacronismo. No fue esto precisamente lo que preconizó el propio Garitano en su primera rueda de prensa como realista.
Pues bien, después del aperitivo de un arranque tan singular, con tres partidos consecutivos como visitante, llega el primer plato del banquete, con la visita a Huesca