La Real le echa de menos
El capitán no responde a la categoría que atesora en su regreso a la titularidad
La pregunta puñetera Sabía Gil Manzano que Lato tenía amarilla cuando decidió no sacarle la segunda?
El jovenzuelo eternamente feliz no está sonriendo tanto. Mala señal. Asier Illarramendi acostumbra a enseñar los resplandecientes dientes que visten su gesto facial y en los últimos tiempos predomina el ceño fruncido. Hay futbolistas que son el termómetro de sus equipos, como el nuevo capitán de una Real tristona, un tanto desnortada en una transición confusa.
Está siendo la Real de Aritz Elustondo, la Real de Zubeldia, la Real de Zaldua. Enorgullece que la sabia nueva de la casa asuma la batuta pero invita a la reflexión que los nominados a ser líderes volvieran a firmar una actuación ramplona como las de Zurutuza, Willian José, Oyarzabal o Illarramendi, los presuntos comandantes.
El capitán regresó a la titularidad tras dos suplencias que han suscitado una suerte de gabinete de crisis en el seno txuri urdin. Como si hubiera gente en la Real que no pudiera ser reserva aunque el momento que se esté atravesando no sea el indicado. O, al menos, el acorde a una categoría. Illarra no estaba jugando bien mientras fue titular y no jugó bien después de ser suplente. El debate se concentra en la idoneidad de discutir su figura de medio centro indiscutible.
La carga de profundidad se justifica por sí sola. Illarramendi no atraviesa un buen estado y, por encima de todo, la Real lo paga. El internacional mutrikuarra no es tan influyente en el fútbol de la Real y la Real, en consecuencia, le echa de menos. El problema es galopante por la posición que ocupa Illarra en el esquema, en mitad de todo, en el fondo de la cocción, y por el status que ostenta el guipuzcoano en el árbol jerárquico de la plantilla. Lo más conveniente es atajar cuanto antes y solucionar. Lo más difícil es saber cómo hacerlo.
Un profesional
El hombre de confianza de Asier Garitano para la medular responde al nombre y apellido de Igor Zubeldia. Un jugador como la copa de un pino, curtido a sus 21 años, maduro en su segunda temporada como miembro del primer equipo a todos los efectos. Uno de sus espejos es Illarra.
El capitán está siendo alineado por delante de Zubeldia, a la altura del carril del ocho o paralelo al sostén azkoitiarra, según el momento de los partidos. A Illarra le está costando agarrar el pulso de los partidos, no es uno de los artífices del sistema, sino que sus apariciones pasan por la ejecución del balón parado más que por su contrastada creatividad para leer jugadas, dar pases o marcar diferencias.
Su impronta en el partido contra el Valencia se redujo a un ejercicio funcionarial. Sus mejores prestaciones, al compás de todo el equipo, duraron 20 minutos, lo más productivos de la Real a nivel de imagen. A partir de entonces, Illarra mantuvo el tipo a base de estar atento al corte, empleándose con intensidad, pero cayendo en la vulgaridad generalizada en los txuri urdin.
Illarramendi siempre se distinguió por ser un intachable profesional, así que lo más procedente es pensar en que saldrá del bache que está entorpeciendo su ascenso a la capitanía de la Real