Hay cosas que no cambian

ay futbolistas profesionales que, cíclicamente, se empeñan en dejar al gremio a la altura del barro. Desgraciadamente no hay que esperar demasiado tiempo para que, con más asiduidad de la deseable, algún miembro de este colectivo protagonice algún episodio que vuelva a dejar en evidencia esa falta de contacto con la realidad que preside la vida de muchos de ellos, instalados en una especie de burbuja que les hace creerse ciudadanos de otra categoría. Con esas actitudes, una minoría afea el comportamiento de la mayoría que responde a patrones de conducta mucho más razonables, en armonía con la sociedad en la que conviven. El último episodio de que hay cosas que no cambian, ni en una situación tan compleja y sensible como la que llevamos más de dos meses padeciendo, lo han protagonizado los cuatro futbolistas del Sevilla (Banega, Vázquez, Ocampos y De Jong) que se han saltado a la torera todas las normas de convivencia. Cuando lo que está en juego es la viabilidad de la propia industria futbolística o la salud de sus compañeros de profesión, el comportamiento de los sevillistas merecería la reprobación pública de los propios futbolistas, los de su equipo y los de otros, y una sanción dura que les hiciera entender que hay errores que no basta compensar con rascarse un poco sus rebosantes bolsillos. Podrían empezar, por ejemplo, por sancionarles de cara al SevillaBetis con el que LaLiga desea reanudar el campeonato el 11 de junio. Me temo que no cabe ser demasiado optimista al respecto ●