Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

Al Olimpo cojeando

➔ Illarramen­di levanta la Copa y la Real explota de júbilo

- G. M.

los que la Real fue la Real. Andy Warhol dejó para siempre la profecía de que cada ser humano tiene derecho a un cuarto de hora de gloria en su vida. En la oración lapidaria se inspiró Oyarzabal, colosal en la segunda parte; Merino, fabuloso en el pase al fogoso Portu previo al gol.

0-1 y se acabó lo que se daba

Cómo no se iba a hacer largo el camino desde que Oyarzabal batió a Simón como mandan los cánones. Se ha tardado un año en jugar esta final. Los prolegómen­os se hicie- ron interminab­les. Las nueve y media de la noche no llegaban nunca. Para aguantar el 0-1 no se podía abrir, cerrar los ojos y pun- to. En efecto, los minutos corrían despacio. Una velocidad perezosa con la que la Real supo convivir: el Athletic no creó peligro desde el minuto 62. Desde el 0-1.

La Real ha levantado un título y el próximo no tardará en llegar. Ni por asomo otros 34 años. 2055 que- da muy lejos. Demasiado ● ➔ Se hizo de rogar hasta el momento cumbre. El más anhelado por toda la gente que sueña mil veces con un acto que traspasa las formalidad­es de la solemnidad. Ver al capitán de tu equipo alzar la Copa, señalando a las estrellas, mirando a los ojos a un firmamento que es la meta. El broche más dorado.

Si eterno ha sido el rodaje de la final, todo el decorado que la ha protegido, largo fue el tránsito al palco de La Cartuja. Asier Illarramen­di necesitó compañía para ir a por el título. Como capitán le correspond­ía levantarlo. Con una cojera sobrecoged­ora, de encoger el alma por pensar en que Illarra sigue metido en un túnel, subía a duras penas las escaleras. Llegó. Sonrió. Fue feliz agarrando el trofeo. Haciendo igual de alegres a todos los que sienten como suyo el título.

La plantilla sabe que son momentos de dificultad física para Illarramen­di y al capitán le dedicaron uno de los cánticos de la celebració­n posterior al triunfo. La explosión de júbilo fue proporcion­al a la dimensión del logro. Inmensa. Guevara no se lo podía creer. Le Normand se arrojó al césped. Portu, cómo no, rompió a correr en busca de abrazos y más abrazos. Aihen Muñoz se acordó de Zubiaurre y se puso la camiseta del portero cedido en la Leonesa.

Sería para que no faltara nadie. Y ahí estaba Zurutuza, con todos en el césped en el momento que Illarramen­di se juntó con la gente para saltar de alborozo. Roberto Olabe, el director de fútbol, dejó la discreción a un lado para ponerse la camiseta y colgarse al cuello un trozo de red de una portería. Es su primer título con la Real. La celebració­n se alargó. Como todo en esta final. Como el peregrinaj­e al Olimpo, al que se va hasta cojeando si hace falta ●

Festejo a lo grande hasta del discreto Olabe, con camiseta y la red de la portería

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