El orfanato de New England
Los Patriots han construido una dinastía legendaria a base de jugadores que no quería nadie salvo Bill Belichick
Cuando Bill Belichick llegó a los Patriots en el año 2000 para asumir el cargo de ‘head coach’, tras un larguísimo aprendizaje de 25 años como asistente y técnico principal en diversas franquicias, New England era un equipo no vulgar, pero casi. Había disputado dos Super Bowls hasta entonces, en 1986 y 97, perdiéndolas ambas.
Belichick tenía una idea muy concreta de qué quería hacer para construir un imperio, pero para eso necesitaba tener el control absoluto. Convenció al propietario, Robert Kraft, para que le concediera atribuciones de general manager –sólo hay otro técnico con este status en la NFL, Pete Carroll (Seattle Seahawks)– y se puso manos a la obra. Desde entonces ha llegado a siete Super Bowls más, incluyendo la que disputará el domingo en Hous- ton ante Atlanta Falcons, y ha levantado cuatro veces el trofeo Vince Lombardi.
La clave de su éxito, además de ser un excelente estratega con una capacidad asombrosa para neutralizar a la estrella rival, no sigue los parámetros habituales. No se ha basado en rutilantes elecciones de draft ni en supercontratos a agentes libres de primera fila, sino en sacar petróleo de donde aparentemente no lo hay. Y además a buen precio.
Como un zahorí, Belichick es capaz de detectar el talento oculto in- dependientemente del cartel o la experiencia que tenga un jugador. Tom Brady, Julian Edelman o Malcolm Butler son hoy superestrellas, pero en su día fueron despojos que nadie quería, hasta que el ‘coach’ de los Pats los sacó del ostracismo y les insufló nuevos bríos.
Bill Belichick confía en su ojo clínico y en su sexto sentido hasta extremos insospechados. A la hora de elegir a sus asistentes prefiere a técnicos sin apenas experiencia pero con pasión y ganas de aprender para modelarlos a su antojo y conveniencia; para él, el currículum es lo de menos. Su coordinador defensivo, Matt Patricia –muy reconocible en la banda con su barba, su gorra del revés y un lápiz sujeto a la oreja–, es ingeniero aeronáutico de formación y tras 11 años creciendo en el organigrama de los Pats ahora se lo rifan todas las franquicias.
La mejor manera de entender el ‘concepto Belichick’ es mediante ejemplos. Estos son sólo cinco de los casos de jugadores sin futuro aparente a los que ha convertido en referentes. En la plantilla de New England hay muchos más
TOM BRADY QUARTERBACK 39 años · 1.93 m.
6ª ronda de draft (2000)
Cuatro anillos de campeón, dos MVP, todos los récords importantes de postemporada en su poder y el único capaz de tutear a Joe Montana en la discusión sobre quién es el GOAT (Greatest Of All Time). Es la pieza maestra sobre la que Belichick ha edificado su imperio y hoy a nadie se le ocurriría discutirle. Pero no siempre fue así.
En la universidad de Michigan, Brady comenzó como séptimo quarterback y estuvo dos años sin jugar. Finalmente titular, tuvo dos buenas temporadas pero no había demasiado entusiasmo por él cuando decidió pasar a profesional. 198 jugadores fueron elegidos en el draft antes que él, seis de ellos lanzadores, hasta que los Pats pusieron su nombre en la papeleta. Brady esperaba ser seleccionado en 2ª o 3ª ronda y lloró de rabia por lo que consideró una humillación. Nunca olvidó el gesto de Belichick, que le abrió las puertas de la NFL.
Comenzó como cuarta opción y durante su primera campaña sólo jugó un partido, pero el ‘coach’ vislumbró que su ética de trabajo era extraordinaria y que cada crítica suya no hacía más que exacerbar su competitividad, así que siempre le exigió más que al resto (aún hoy lo hace). Se consolidó como primer suplente y le llegó la oportunidad en 2001 gracias a una lesión del titular Drew Bledsoe en el segundo encuentro de la temporada. Tras tres actuaciones mediocres, pronto asumió los galones y acabó ciñéndose su primer anillo esa misma campaña. El resto es historia.
JULIAN EDELMAN RECEIVER 30 años · 1.78 m.
7ª ronda de draft (2009)
En la universidad de Kent State jugaba de quarterback, pero cuando entró en el draft nadie se interesó por un lanzador que no llegaba al 1.80 m.
El ojo clínico del ‘coach’ es capaz de detectar virtudes ocultas donde no parece haberlas
Nadie salvo Belichick. Concertó un entrenamiento privado con él y le cautivó su actitud. Donde Edelman creía que había un quarterback, el técnico intuyó un potencial receptor. Le dijo que no disponía de plazas como lanzador pero que era un jugador con talento “y seguro que encontraremos un sitio para ti”. Tanto confiaba en él que le ofreció un modesto contrato de cuatro años, que Julian aceptó sin dudar.
Comenzó en equipos especiales como retornador de punt –tarea que aún tiene asignada hoy– y cuando Wes Welker, otro caso similar al suyo, dejó vacante su plaza en la recepción la aprovechó convirtiéndose en el objetivo preferido de Brady. Hoy es uno de los receptores más prolíficos de la NFL, con una media de casi 11 yardas por captura, de las más altas de la Liga, y con fama de hombre muy duro pese a su pequeño tamaño.
DION LEWIS RUNNINGBACK 26 años · 1.73 m.
5ª ronda de draft (2011)
Fue seleccionado por Philadelphia y jugó 24 partidos en sus dos primeras campañas como profesional, pero después vivió un calvario. Cuando los Eagles rescindieron su contrato probó con Indianapolis Colts, donde sólo duró dos semanas antes de que le cortaran. Luego se marchó a Cleveland Browns y no pudo disputar ningún encuentro tras romperse el peroné.
Pese a llevar dos años sin jugar un solo minuto, Belichick confió en él. Le fichó en 2015, estando desahuciado, y respondió. Tras su tercer partido, New England le ofreció una prolongación de contrato de dos años.
Aunque una nueva lesión, ésta del ligamento anterior cruzado de la rodilla, volvió a cortar su progresión, reapareció en noviembre pasado. En la final divisional frente a Houston Texans, Dion Lewis se convirtió en el primer jugador de la historia capaz de anotar un touchdown de carrera, otro de pase y otro de retorno de punt en un mismo partido de playoff.
MALCOLM BUTLER CORNERBACK 26 años · 1.80 m.
No entró en el draft (2014)
Ningún equipo le quiso en el draft de 2014, pero los Patriots decidieron hacerle una prueba privada. Butler dejó su trabajo en un restaurante de comida rápida por 2.75 $ la hora para acudir a la llamada de Belichick. El técnico observó sus evoluciones durante dos días y llegó a una rápida conclusión: “Tiene muchas carencias, pero me gusta cómo placa y cómo corre”. Le bastó para cortar a uno de sus cornerbacks con el fin de hacerle sitio a aquel don nadie.
Su contrato, que está en su último año, es una bagatela de 1.5 ‘kilos’ por tres campañas y en este tiempo se ha convertido en uno de los mejores jugadores en su puesto de toda la NFL. En la campaña de su debut consiguió la famosa intercepción en la end zone a Russell Wilson, quarterback de los Seahawks, que decidió la 49ª Super Bowl y otorgó el cuarto anillo a New England. Por esa jugada Tom Brady le regaló el lujoso coche que le correspondió como MVP de la final.
CHRIS HOGAN RECEIVER 28 años · 1.85 m.
No entró en el draft (2011)
Quizá el ejemplo más claro de la idiosincrasia de los Patriots, Hogan era jugador de lacrosse en la universidad (Penn State) y sólo optó por el fútbol americano, como cornerback, en su último año. Con estas credenciales ni siquiera intentó entrar en el draft porque sabía que nadie le querría.
Comenzó así un largo periplo por las puertas traseras de las franquicias, intentando colarse como temporero en equipos de prácticas. Primero fue con San Francisco 49ers, donde estuvo dos meses. En los NY Giants apenas duró dos semanas. Y en Miami Dolphins permaneció casi un año pero no jugó un solo minuto. Finalmente, en Buffalo sí le hicieron sitio y disputó 48 partidos en tres campañas.
Sin embargo, los Bills no mostraron excesivo interés a la hora de renovarle. Ahí apareció Belichick, a quien entusiasmaba su explosividad y su capacidad atlética. Le ofreció 12 millones por tres temporadas este mismo 2016, en el que se ha convertido en pieza determinante. En la final de la AFC ante Pittsburgh Steelers anotó dos touchdowns y ganó 20 yardas de promedio en cada una de sus nueve recepciones.