Joshua, el nuevo Lennox
Anthony puede devolver el brillo perdido a los pesos pesados
El boxeo se frota las manos tras una larga travesía del desierto: por fin hay un campeón del peso pesado con magnetismo y poderío suficientes para recuperar parte del esplendor perdido. Anthony Joshua (27 años) demostró, venciendo en Wembley ante 90.000 espectadores a Wladimir Klitschko por KO técnico en el 11º asalto, que las esperanzas depositadas en él no eran infundadas.
En filas de ring, presenciando una pelea que batió récords de ‘pay per view’, estaba Lennox Lewis, el último gran rey del peso pesado antes de entrar en las tinieblas de la mediocridad y un molde en el que Joshua encaja casi a la perfección. Ambos son británicos, campeones olímpicos –Anthony lo fue en Londres’12–, de tamaño imponente (1.98 m. y 113 kg. de pura fibra) y con un puño devastador. Sus estadísticas son impolutas: 19 peleas, 19 victorias, 19 KO.
En los últimos 15 años sólo Klitschko había aportado algún atisbo de calidad a una categoría en franca regresión. Sin embargo, su cicatería y boxeo especulativo aburrían al espectador. Sabía que Joshua, al que había tenido de ‘sparring’ y a quien aprecia sinceramente, sería un rival mayúsculo y, aunque llegó a Wembley sin haber peleado en 17 meses y con 41 años a cuestas, lo hizo en mejor forma de lo que haya estado jamás. Llegó a tumbar al nuevo campeón en una ocasión, la primera en su carrera, pero éste se rehizo, enviando al ucraniano a la lona tres veces antes de noquearle en un combate, al fin, digno de pagar un precio.
Ya hacía tiempo que a Anthony Joshua se le llamaba ‘the next big thing’, el nuevo fenómeno, y no ha hecho más que confirmar las expectativas. Sin embargo, sigue siendo un desconocido en la Meca del pugilismo, Estados Unidos, porque se ha labrado toda su trayectoria en territorio británico. Conquistar América, donde está el dinero y el prestigio, será su próxima asignatura porque en su lista de futuribles sólo hay dos posibilidades sólidas: una revancha con Klitschko, que se celebraría en EE.UU., o bien un duelo con el boxeador de Alabama Deontay Wilder, que ostenta el cinturón sel Consejo Mundial, único que aún no tiene Joshua.
De padres nigerianos, tuvo una adolescencia salvaje repleta de pe- leas callejeras, chicas, coches rá- pidos y flirteos con las drogas. Su físico excepcional siempre encon- tró acomodo en el deporte, donde era un atleta más que competente (11”6 en el hectómetro con 15 años de edad) y un buen futbolista.
Fue su primo, Ben Ileyemi –también púgil profesional actual- mente–, quien le llevó por primera vez a un gimnasio, el Finchley de Barnet, en el norte de Londres, pa- ra alejarle del mal camino. An- thony había cumplido 18 años, muy tarde para comenzar en el bo- xeo, pero se enganchó al instante. Al año siguiente ya ganaba tor- neos amateur, un síntoma inequí- voco de que tenía un don para esto.
Los cazatalentos no tardaron en ofrecerle su primer contrato pro- fesional, una suculenta bolsa de 50.000 libras. Declinó la oferta para ser olímpico mientras trabajaba como albañil para tener una fuente de ingresos.
En octubre de 2013 pasó a profesional y saldó su primera pelea con KO en el primer asalto. Protegido por los técnicos Tony Sims y Robert McCracken, en los últimos tres años ha aprendido a atemperarse y la vida loca le queda muy lejos. Ha invertido en un gimnasio de lujo en el West End londinense y sus pasatiempos pasan por el ajedrez o la lectura
Le comparan con Lennox Lewis: 1.98 m, 113 kg, 19 combates, 19 victorias por KO
Comenzó a boxear a los 18 para alejarse del mal ambiente y fue oro en Londres’12